Sí, sí... nadie puede negar que se está creando empleo. Pero es empleo de muy mala calidad, sin apenas contratos fijos (sólo el 7,3% en el último mes), con sueldos bajísimos. También es cierto que, por fin, el número de personas afiliadas a la Seguridad Social crece. ¡Ah!, pero sus cotizaciones son tan míseras que para pagar las pensiones es preciso seguir drenando en miles de millones el fondo de reserva, cada vez más disminuido.

La crisis (el estallido de las burbujas inmobiliarias y financieras) ha desembocado, como estaba previsto, en una nueva realidad económica y social. La creciente y obscena desigualdad lanza cada día a la calle a gente que va bien (unos pocos, muy bien) y gente que va mal (muchos, muy mal). El consumo de artículos de lujo se ha mantenido al alza desde el mismísimo 2007. Pero el consumo normal, el que solemos adjudicar a las familias, solo ha crecido últimamente a costa de reducir de manera brutal la tasa de ahorro de esas mismas familias.

Como ven, todo choca con algún pero. El Gobierno conservador y sus terminales (grandes empresas y bancos, patronales, medios en la onda) promueven discursos en positivo, sin adversativas. No creo que nadie en su sano juicio pueda comprar semejante mercancía. Los datos están ahí: la deuda pública crece sin parar y ya se da por sentado que superará muy pronto el ciento por ciento del PIB, la balanza comercial ha entrado de nuevo en negativo porque las exportaciones no tiran tanto como nos venían contando (su crecimiento relativo fue un espejismo que se va disipando), la reforma fiscal en ciernes se dirige frontalmente contra las clases medias (o sea, los asalariados de cierta cualificación) mientras deja sueltos a quienes de verdad ganan y manejan pasta a través de figuras societarias.

Falsedad, injusticia... locura. Ayer, en Zaragoza, el profesor y activista Antonio Aramayona fue juzgado por protestar en la calle contra la política antieducativa del Gobierno aragonés. El fiscal pidió para él una multa por desobedecer y resistirse a la autoridad. Pero Aramayona está atado a una silla de ruedas. Casi parece un chiste.