Cada día amanece con alguna iniciativa del Gobierno destinada a estrangular un poco (o un mucho) más a los asalariados de nivel medio y medio-alto. El objetivo es exprimir sin compasión a esos grupos sociales, que desde hace tiempo son los contribuyentes natos, sometidos a una presión fiscal sin parangón. Atenazados por el IRPF y el IVA, incapaces de eludir a Hacienda, con unos ingresos y un patrimonio perfectamente visibles, los contribuyentes denominados personas físicas son quienes sostienen el Estado. Las figuras societarias, por supuesto, cada vez están más sueltas. Los ricos (los de verdad) no pagan porque se les ha concedido el privilegio de quedarse con toda la pasta que pase por sus manos. Los pobres apenas pueden aportar nada. Así pues, quienes tienen sueldos por encima de los 20.000 euros anuales (y no digamos aquellos que superan los 60.000) son explotados a lo bestia. La nueva y escandalosa tributación que se aplicará a la venta de inmuebles de segunda mano también se dirije contra ellos. Incluso si son despedidos tendrán que aforar por la indemnización. Los multimillonarios se parten el culo de la risa.

No hay día en el que alguna gran compañía de las que cotizan en el Ibex y tienen a expresidentes y exministros en sus consejos y órganos asesores no obtenga ventajas, concesiones, compensaciones o cualquier otro premio. El oligopolio de las eléctricas y las que trafican con la energía campa a sus anchas. Los recibos que emiten se han convertido en un jeroglífico indescifrable. Y encima presumen de transparencia avalados y jaleados por el Ministerio de Industria.

No hay día sin que se anuncien medidas para abaratar los costes salariales. El trabajo ya no vale casi nada. Los planes para el fomento del empleo (como ese destinado a los jóvenes) se fundamentan en la inestabilidad, los bajísimos salarios (el mileurismo es todo un privilegio) y las bonificaciones en las cuotas de la Seguridad Social. Así, el sistema público de pensiones apenas aguantará unos años (el fondo de reserva está desapareciendo).

Cada día, una putadica. Y tira.