Las formas, en política y en casi todo, no son superfluas ni constituyen una simple escenificación. Ni hablar. A menudo son lo más importante, porque la forma suele determinar el fondo, y la estética, la ética. No estoy de acuerdo con quienes pretenden subordinarlo todo a los programas, los análisis, la identidad, la tradición o cualquier otro factor considerado trascendente. Por eso alabé la manera de elegir secretario general que aplicó el PSOE en esta ocasión. Dar la palabra a todos los afiliados tiene mil veces más calidad democrática que los mecanismos habituales que todos los partidos aplican sin contemplaciones. Y por la misma regla de tres, el paseíllo que se cascaron al día siguiente el electo y la jefa andaluza, Susana Díaz, no quedó nada bonito. La intención de aplazar sine die las primarias (de hacerlas en abierto ya ni se habla) o de plantearlas con un sólo candidato consensuado por los pesos pesados del partido tampoco cuadra. Es de cajón.

Dar un giro participativo a la democracia define por su propia naturaleza los contenidos. Dar la palabra a la militancia, abrir los procesos, usar los recursos informáticos para generar un nuevo espacio donde sea más sencillo informarse y tener voz y voto es un programa en sí mismo. La generosidad, la humildad, la transparencia, el respeto al juego limpio describen las intenciones de cualquier colectivo político (o económico o deportivo) mejor que los abstractos y prolijos documentos. El influjo de quienes aspiran a ser líderes o de quienes lo son se forja en la capacidad para seducir, para convencer y generar confianza. Y el ámbito donde cuaja tal fenómeno son hoy los medios y las redes.

Ha sido el colapso de las formas lo que ha dejado campo libre a la corrupción, la mentira y la manipulación. ¿Por qué en Alemania o Gran Bretaña dimite un ministro por haber plagiado parte de su tesis doctoral o haber influido para quitarle una multa a su mujer? Porque allí las formas aún importan. La democracia es precisamente eso, un conjunto de códigos y de actos que fomentan la participación del pueblo, la información y la honestidad. Sin eso no hay nada.