Mis colegas de TVE y de TV3 han protestado. Y su protesta es idéntica, aunque se dirija a mandos políticos no solo distintos sino contrapuestos. En ambos casos, los periodistas denuncian que se les están imponiendo unas directrices y procedimientos que vulneran los protocolos más básicos de la veracidad informativa. De una parte, el Gobierno central ordena la movilización de los telediarios con el objetivo de afrontar el desafío soberanista catalán desde el más acendrado españolismo. De la otra, los jefes de la Generalitat han impuesto un crescendo ultracatalanista que, por supuesto, sofoca cualquier voz divergente. Es la versión mediática del choque de trenes que Rajoy y Mas se han empeñado en escenificar por la simple razón de que, organizando a conciencia tal accidente, se tapan las vergüenzas de unas gestiones marcadas por los recortes, la mentira y la corrupción.

A fecha de hoy, la comunicación militante es el arma más importante utilizada en la confrontación entre los nacionalismos centrípetos y centrífugos. Dicha utilización se lleva a cabo por las dos partes sin la más mínima sensibilidad democrática. El objetivo es descalificar, manipular y crear las condiciones para soslayar un debate razonable. Se quiere configurar una opinión pública cargada de prejuicios y argumentos emocionales. El patriotismo es así un factor de división y de exclusión, una forma de enmascarar con la exaltación de los sentimientos las auténticas contradicciones (que hoy no son tanto nacionales como socioeconómicas). Rajoy y los suyos se aferran a una ley viciada y a un Tribunal Constitucional obviamente politizado. Mas y los suyos (ERC incluida) exigen un derecho a decidir que intentan condicionar y controlar sin disimulo. La posibilidad de pactar y organizar una consulta como la llevada a cabo en Escocia, con una pregunta clara y una campaña y unos debates previos ceñidos al juego limpio y al respeto mutuo, se esfuma porque aquí las partes no están interesadas en ello. Paradójicamente, españolistas y catalanistas furibundos ansían cosas muy parecidas: en esencia, que todo acabe de la peor forma posible.