Mientras el Gobierno intenta demostrar que lo del ébola fue exclusiva culpa de la enfermera contagiada... mientras un líder histórico del sindicato minero de UGT se cae de la peana... mientras el exjefe de la Casa Real, Rafael Spottorno, se ve salpicado por el escándalo de las tarjetas black (223.900 euros, pilló el que fuese mano derecha de Juan Carlos I), llega el Tribunal Superior de Justicia de Madrid y condena al juez Elpidio Silva a 17 años de inhabilitación por ordenar el ingreso en prisión de Miguel Blesa, el expresidente de Caja Madrid, y de Gerardo Díaz Ferrán, el expresidente de la CEOE y del grupo Marsans. Poco después, el tal Blesa era imputado (una vez más) por otro juez en relación con las ya citadas tarjetas. Al tiempo, ufano por las felicitaciones que dice haber recibido de los otros mandamases de la UE, Rajoy proclama sin parar que España está bajo el imperio de la ley. Dura lex, sed lex. La ley del embudo, naturalmente.

El caso de Elpidio nos ilustra sobre la esquizofrenia que rodea el manejo de la ley en este país. Porque quizás este juez sea un friki, pero Blesa es un sujeto absolutamente sospechoso, y la carga de prueba que se acumula contra él (por delitos de toda condición) resulta abrumadora. Así que, aunque solo fuese por guardar las formas, el tribunal madrileño tendría que haber fallado de otra manera (tal y como ha razonado su propio presidente en un voto particular). Condenar a Silva a pagarle una indemnización de 10.000 euros ¡a Díaz Ferrán! es ridículo y contrario al más elemental sentido común. Convertir a dicho individuo y al otro menda, el banquero del PP, en víctimas de una persecución inquisitorial parece un chiste, visto lo que estamos viendo y sabiendo.

¿Qué ley es esta? ¿La que deja al alicantino Fabra en la calle a la espera de que le indulten? ¿La que ha convertido el caso Gürtel en un laberinto indescifrable? ¿La que asume la amnistía fiscal de Montoro, vendiendo la impunidad a un baratísimo 10%? ¿La que interpreta la Constitución a conveniencia? ¿La que desahucia a los pobres y mima a los ricos?... Venga, Mariano, no nos vengas con milongas.