No habían pasado 24 horas desde que Mariano Rajoy asegurase que en España la corrupción es "poca cosa". Y ¡catacrock!, llega la Operación Púnica. Salen a la luz adjudicaciones de obra pública trucadas por valor de 200 y pico millones. Al 3% de comisión, o sea, lo normal. En la carnicería de mi barrio, las amas de casa se subían por las paredes. A mí me dio por tomarme la cosa a risa (es preferible reír que llorar), sobre todo por la caída de Francisco Granados, el killer pepero, el chulo de la TDT Party, el que sentaba cátedra privatizadora, el que movió los hilos del tamayazo (que fue la manera en que una mafia de políticos conservadores, constructores y sociatas ful se hizo con Madrid, con su caja de ahorros y con la fábrica de pelotazos inmobiliarios). Ver por la tele a la colérica Aguirre decir que ella no sabía nada de lo que se cocía en su entorno ("ese señor", dijo para referirse al tal Granados, como si nunca hubiesen sido uña y carne) aumentó mi hilaridad. Me disculpen. Mariano, el gran jefe, es un tipo perseverante, cachazudo... y gafe. Su última pirueta argumentaria pretendía dejar en segundo plano la corrupción, tapándola con la supuesta recuperación económica. Ayer le tocaba celebrar el éxito de los bancos españoles en el test de resistencia. Pero la redada le rompió el ritmo. Además, al cierre de la bolsa las entidades financieras cotizaban a la baja. Vender el final de la crisis resulta tan ridículo que los esfuerzos de Rajoy y su camarilla también evolucionan hacia el chiste. Lo único que consolará tal vez a los peperos vocacionales es que en la Operación Púnica además de abundantes romanos han caído algunos cartagineses, empezando por el alcalde socialista de Parla, amigo y delfín de Tomás Gómez. Seguro que este también llama "ese señor" a su imputado colega.

Mientras, Podemos decidía su modelo organizativo (de acuerdo con la tesis de Iglesias y los de la Complu). Desde el sistema gritan que vienen los populistas, ¡los populistas!, para conjurar así la amenaza que proyecta sobre ellos el nuevo partido. ¿Populistas? Y entonces... ¿qué son ellos? ¿Cómo deberíamos denominarlos?