Las cocinas del CIS sirvieron por fin el menú, bien trabajado en la olla exprés. Ni así han logrado disimular su sabor de fondo: el bipartidismo se muere porque la pareja protagonista se ha encarnado, respectivamente, en una momia (el PP) y un zombi (el PSOE). Podemos ha irrumpido como una ola, dejando embarrancados a IU y UPD. Así que nuestro Soláns pide a la Virgen quedarse como está. Bueno, a lo mejor él está bien. Pero el país anda hecho unos zorros. Lo malo no es solo que hayamos estado y estemos en manos de gente cuya incapacidad parece clamorosa; lo peor es que nos hemos sumergido en una atmósfera de sospecha generalizada, en la que cualquier acusación resulta verosímil, en la que ya no es posible sacar la cara por nadie ni por nada. Y así, lo repito, no se puede funcionar. Aquí y ahora, del barullazo de Plaza hemos pasado al crujido del tranvía. Ha bastado que un ciudadano dijese que también ahí hubo "algo". Y el personal, de inmediato, ha llegado a una conclusión demoledora: otro barro.

Ayer por la mañana participaba yo en una jornada dedicada a la economía social y las empresas que promueven la inserción laboral de personas en riesgo de exclusión. Hubo una mesa redonda muy interesante en la que se habló de la importancia de la formación, de la cualificación, de que los más vulnerables adquieran habilidades para ser empleables. ¡Ay, madre!, pensé, con la cantidad de pasta dedicada a cursos de formación que ha sido distraída por patronales y sindicatos. Y sin embargo, ¿cómo se podrá resolver el problema del paro de larga duración, tanto de jóvenes como de mayores de 45 años, si no es con ese tipo de cursos (pero de verdad, claro)?

El sistema debe ser sometido a una catarsis (por llamarlo de alguna manera) que imponga de una vez los valores esenciales de la democracia: transparencia, rigor, división de poderes, supremacía de las instituciones públicas, estricto control de los mercados... un ambiente limpio en el que los sinvergüenzas se ahoguen antes incluso de que puedan hacer de las suyas. O sea, que no podemos quedarnos como estamos. De ninguna manera.