Mientras el libro de Piketty (El Capital en el siglo XXI) aterriza en las librerías, la vida política se sumerge en la provisionalidad. Los jefes, llenos de aprensiones, nada dan por seguro, El futuro se presenta tan incierto como aquel reinado del godo Witiza. Ayer mismo, dos acontecimientos introdujeron nuevas incógnitas en la ecuación. Por un lado, Pedro Sánchez estrenó argumentario antiPodemos (la extrema izquierda, según el manual socialista) y asumió que, si los socialistas obtienen mayorías relativas, podrían alcanzar acuerdos puntuales con el PP para garantizar la gobernabilidad de las instituciones. De otro, los críticos de IU-Madrid (con Tania Sánchez en la lista) ganaron en primarias a los oficialistas; lo cual significa que la convergencia de esta coalición con el movimiento Ganemos y el nuevo partido Podemos avanza, acojonando de forma simultánea al PP, al PSOE... y a los ortodoxos del PCE.

Las primarias son imprescindibles para remover y clarificar la política de este país. Para eso deben tener una dinámica lo más abierta y participativa posible. Si no, acaban convertidas en un paripé controlado por los aparatos de los partidos (como en el PAR) , o ni siquiera llegan a celebrarse (como en el PSOE aragonés). En cualquiera de los casos, ninguna formación podrá prescindir de medidas (o formalidades) destinadas a escenificar una mayor democracia interna. La propia elección del citado Pedro Sánchez ya estuvo en esa línea.

Nadie sabe qué pasará. Los españoles que salen al resto de Europa son interrogados una y otra vez sobre Podemos y Cataluña. La secesión de este último territorio es considerada ahí fuera algo más que una posibilidad, porque se ve claramente que Rajoy no controla el proceso (el PP va a dejar de ser una fuerza política relevante en el Principado) y que Mas se ha pasado definitivamente al bando de los independentistas activos. En este plan, las instituciones son gobernadas hoy por gente de paso, fantasmas fugaces que sin embargo intentan dejar atados cuantos asuntos y apaños pueden, por si ya no tuvieran más opción. Lo de la Romareda, por ejemplo.