Los debates de política general, como el referido al estado de la comunidad o al de la ciudad de Zaragoza, suelen ser escenificaciones perfectamente prescindibles. No es que en ellos no emerjan ideas y planteamientos interesantes (al igual que en cualquier sesión ordinaria de las Cortes o del pleno municipal), sino que su recorrido posterior suele ser escaso por no decir nulo. Puede pasar, como en el ayuntamiento capitalino, que no salga adelante una sola resolución (lo cual convierte todo lo hablado en mero brindis al sol). O que se aprueben mogollón de cosas (tal como sucede a menudo en el hemiciclo de la Aljafería) que jamás se llevarán a efecto. Algunas veces, en el colmo del surrealismo, un partido propone algo que precisamente ha sido planteado por otro durante el debate, pero entonces este último vota en contra por aquello de jorobar al de enfrente. En la Casa Consistorial cesaraugustana, donde las pasiones conforman un laberinto sin salida, PP, PSOE, CHA e IU se las arreglaron ayer para boicotearse mutuamente, con tan afanoso tesón que nadie pudo sacar nada en limpio.

No logro imaginar cómo se las arreglará Belloch (y su sucesor a título de candidato, Carlos Pérez Anadón) para aprobar los presupuestos municipales para el 2015. CHA e IU están inquietos, no desean significarse en su apoyo a los socialistas y van a ponerse muy difíciles. Pero al mismo tiempo está el tema de la Ley de Capitalidad, que habrían de negociar la DGA (que es quien ha de elaborarla) y el ayuntamiento (al que afectará). Con el PP en una parte y el PSOE en la otra, háganse a la idea de los complicado que ha de ser llegar a un acuerdo. Este jueves, el conservador Suárez incitaba al alcalde a poner de su parte para que la citada ley se haga realidad, y este miraba de reojo al crucifijo que preside los plenos, poniendo a Dios por testigo de los sacrificios que habrá de hacer para convencer a Luisa Fernanda Rudi de que sea benévola y no trate a Zaragoza como suele.

Mientras, las cosas van tirando, mal que bien. Porque más allá de debates, presupuestos y leyes está la bendita inercia. Ya solo nos queda eso.