El informe dado a conocer por el Senado de EEUU en el que se detalla el recurso a la tortura de la CIA en la lucha antiterrorista descalifica en igual medida a quienes pusieron en práctica métodos vergonzosos y a quienes autorizaron tal ignominia. Los "interrogatorios reforzados" no fueron otra cosa que una violación sistemática de los derechos humanos y un fraude del Estado de derecho. Se ha dicho tantas veces que la CIA y la NSA son verdaderos estados dentro del Estado que ha acabado por resultar un tópico. Pero tras conocer la indigencia moral que permitió violentar el principio de legalidad más allá de toda justificación, el tópico lo es bastante menos. Con el riesgo añadido de que pudiera cundir en la opinión pública la idea ominosa de que el fin justifica los medios, sean cuales sean. Si la opacidad del poder es siempre inquietante, lo es más cuando hay quienes se rasgan las vestiduras --los republicanos-- por abrir por un día las alcantarillas del Estado. En realidad, al hacerlo, los demócratas prestan un servicio, puede que oportunista, al restaurar en lo posible la dignidad institucional mediante el sometimiento de la CIA a escrutinio público.