El Gobierno ha logrado su primer pacto con los agentes sociales: la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) en 50 euros. Es una contribución para mejorar la distribución de la riqueza a través del precio del trabajo. Una iniciativa que puede impulsar, también, el consumo interno, lo cual puede frenar el impacto negativo de la coyuntura internacional en el crecimiento de la economía española como auguran algunos organismos internacionales. No es algo definitivo, ni lo que querían los sindicatos. Pero tampoco lo que defendían algunos sectores del empresariado, especialmente los que, como el turismo, basan un competitividad en la contención de los costes salariales.

Habrá que evaluar lo más objetivamente posible el impacto de la medida en el empleo, y muy especialmente en las pequeñas y medianas empresas, con márgenes más reducidos y vinculadas a la competencia con los costes internos de las grandes compañías. Pero es verdad que, con otras fórmulas, el mismísimo Foment del Treball, pedía que se revalorizasen los salarios. Ahora toca esperar y ver.

Pero lo más importante de este episodio no es el qué sino el cómo. El primer Gobierno de coalición con miembros de un partido a la izquierda del PSOE toma esta medida en base a la concertación entre sindicatos y empresarios. No lo hizo el mismo presidente Pedro Sánchez en la anterior subida del SMI. Ni tampoco Mariano Rajoy con sus reformas laborales. El acuerdo de patronal y sindicatos es la mejor noticia en este contexto sociopolítico. La oposición a este Gobierno trata de arrinconarlo en el extremo de la radicalidad ideológica. Y el pacto muestra que, muy al contrario, el Ejecutivo no renuncia a situarse en la centralidad política y social.

Lo mejor que podría pasar es que las siguientes medidas que se deben tomar en este ámbito también sea fruto de un acuerdo similar. Como mínimo hay dos: la derogación de la reforma laboral que aprobó el PP, que los sindicatos consideran que les ha debilitado en las negociaciones colectivas y que permite que se pueda despedir a los trabajadores por bajas reiteradas, aunque sean médicas. Hay que presuponer que el Gobierno tiene la misma predisposición al acuerdo que ha tenido en esta ocasión, cuando no le era necesario. Falta saber si los sindicatos y los empresarios también estarán en la misma onda en estos otros aspectos.

Los empresarios saben que las reformas pactadas acaban siendo más efectivas que las impuestas, que solo conducen a un incremento de la conflictividad y de la litigiosidad. Los sindicatos deben calibrar que les conviene más. Pueden tener razones para sentirse agredidos por las anteriores reformas. Pero también saben que el mejor escenario para lograr acuerdos estables con la patronal es bajo un Gobierno como el actual.

Sacar adelante una reforma de la reforma sin acuerdo solo llevará a aumentar la tensión y a retroceder lo que se haya avanzado en la siguiente alternancia. Una reforma laboral sin acuerdo con la patronal puede ser pan para hoy y hambre para mañana. Cabe esperar que se mantenga la concordia de este primer acuerdo.