Estamos informados por encima de nuestras posibilidades y eso nos inmuniza ante lo que ocurre a nuestro alrededor. La información, según el sociólogo Fernando González, no deja de ser una categoría simbólica que los receptores naturalizamos como si fuera un producto de nuestra propia experiencia personal, de nuestra interacción con el entorno, pero no es verdad. No es lo mismo experimentar un suceso, sentirlo y exponernos a este, que asumirlo mediante conceptualizaciones ajenas. Presenciar una muerte nos sobrecoge, pero podemos ver y oír hablar de decenas de muertos sin inmutarnos una vez que lo asumimos como algo natural. Un día se nos ofrece una cifra oficial de muertos rodeada de mentiras, después el número de cadáveres recuperados, una semana más tarde las explicaciones oficiales y, poco a poco, vamos naturalizando esa realidad hasta que ni siquiera nos invita a reflexionar. Da igual que los hechos se produzcan en Venezuela, Ucrania o en las fronteras de nuestro país. Y lo mismo sucede con la información que recibimos sobre la corrupción institucional en nuestros país, las cuentas de gestores públicos en Suiza, el precio de la luz, los recortes de servicios o la reducción de derechos y libertades; lo contrario que sucede con los supuestos logros colectivos. La información naturalizada nos inmuniza y paraliza, no solo ante la propia información que se nos suministra, sino ante todo lo demás. Al final, la diferencia no radica tanto en que respondamos a una conceptualización comunista, capitalista o neoliberal sino a la cantidad y el grado de síntesis de información que llegamos a naturalizar como si fuera, en realidad, resultado de nuestra experiencia.

Periodista y profesor