Si a estas alturas todavía quedaba alguno que pensara que al Real Zaragoza lo iban a salvar unos influyentes empresarios altruistas ya sabe lo que toca. Al Real Zaragoza lo rescataremos, como a los bancos, las constructoras y a tantos negocios de la yet-set de nuestro país, con el dinero de todos, aunque como ya estamos acostumbrados y el dinero se detrae directamente de la cuenta común sin pasar la bandeja no pasa nada. Incluso aunque se destine el dinero de los impuestos a evitar que desaparezca un club de fútbol, tan histórico como privado, mientras se cierran aulas de centros educativos, plantas de hospitales y se reducen servicios públicos en general. Pero lo más insólito del caso no es la desastrosa gestión que precede al Real Zaragoza, ni los llamamientos a Hacienda o la Seguridad Social para renegociar las deudas del club --y del fútbol profesional en general-- mientras se embarga sin contemplaciones a cualquier ciudadano, ni siquiera la disposición de las instituciones aragonesas a comprometer fondos públicos para tapar el agujero; lo más insólito en este caso es que la primera administración en sacar su talonario, con un millón de euros para una temporada, haya sido la Diputación Provincial, una institución concebida para garantizar los servicios en el medio rural, que arrastra una crisis sin precedentes. Así, mientras la misma institución deja sin conceder decenas de ayudas para actuaciones y servicios en los municipios, condenando a sus vecinos a marcharse y poniéndose en riesgo su futuro, destina semejante cantidad a patrocinar el Real Zaragoza, que ni está en el medio rural ni es un municipio, y que en lugar de vecinos y servidores públicos tiene aficionados y empresarios. Periodista y profesor