Durante las campañas electorales todos los partidos aseguran que van a guiarse por «el interés general». Pero una vez hablan las urnas, las posiciones de los electos suelen cambiar de manera sustancial. Es cierto que el sistema electoral español resulta perverso, pues existen una serie de elementos correctores que distorsionan la voluntad popular, bien sea por el reparto de escaños en función de la ley d’Hondt, bien por la distribución de las circunscripciones electorales (aunque éstas no influyen en los ayuntamientos).

La aparición en los últimos cuatro años de nuevos partidos con importantes porcentajes de voto (Ciudadanos, Podemos y Vox a nivel nacional) y el mantenimiento de partidos tradicionales de ámbito autonómico (ERZ, PNV, PAR, Compromís, etc.) viene a complicar todavía más el panorama, pues en ocasiones ha hecho falta la unión de hasta cuatro partidos para alcanzar un pacto de gobierno. La nueva distribución del voto de los españoles obliga a llegar a acuerdos que en principio parecen antinaturales, aunque en política, como dijo el clásico, se suelen hacer «extraños compañeros de cama» (la frase se atribuye tanto a Winston Churchill como a Groucho Marx).

En estos pactos todos justifican su posición, aunque sea totalmente contraria a la que defendían durante la campaña electoral. Baste recordar que el PP, cuando hace cuatro años le interesaba que así fuera, defendía que gobernara la lista más votada, en contra de lo que llamaba «pacto de perdedores», en tanto ahora se apunta a los pactos de los perdedores y los justifica como reflejo de la voluntad popular. O aquella recurrente muletilla del No es no, que repetía una y otra vez el entonces candidato a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez, el mismo que ahora pide a Ciudadanos, e incluso al PP, que se abstengan para que pueda ser reelegido presidente.

Así, parece claro que cuando los partidos se refieren al «interés general» en realidad están utilizando un eufemismo para sustituir lo que verdaderamente piensan y practican: el más puro egoísmo.

Por eso, las cúpulas de los partidos, tan cómodamente sentadas en sus sillones madrileños, no han dudado en entregar ayuntamientos y Comunidades mediante un cambalache de pactos y cambios si por ello los jefes del cotarro consiguen mantener los mejores puestos, o acceder a nuevos cargos, como ha ocurrido en Cataluña, en Castilla y León o en Castilla-La Mancha. Es mentira, pero no duden de que, cuando lo consiguen, alegan que lo hacen «por el interés general».

*Escritor e historiador