Los ejercicios de democracia participativa o de horizontalidad orgánica en los partidos son una cosa muy interesante. Ya lo creo. Pero cuando se llevan a cabo con unos índices de participación bajísimos, entonces son una cosa... ridícula. Que es lo que acaba de pasarle a Podemos con el tema de los presupuestos de Aragón. Después de tantas idas y venidas, medio año de tira y afloja con el PSOE, que si no negocio, que si sí, que si estas son mis condiciones, que si ya no lo son... acabar convocando una consulta interna on line que sólo ha movilizado al 13% del censo previsto es una broma.

La red es un espacio que permite recuperar la democracia directa al generar un Ágora virtual. Es cierto, por otro lado, que ese ámbito aún no es seguro, puede ser manipulado por los hackers o por quienes manejan el programa. Pero salvadas tales contingencias técnicas, la posibilidad de resolver las grandes cuestiones políticas mediante la participación de los interesados (consultas internas, primarias abiertas, referendos) es una de las pocas alternativas que quedan para salir del negro pozo de la desafección ciudadana.

Pero, claro, lo primero de todo es que la ciudadanía no se quede a verlas venir. O los propios militantes de partidos y movimientos. Podemos empezó su juego haciendo suyas todas las herramientas de la tecnopolítica. Muy bien y muy sugerente, ya digo. Sin embargo, en la práctica, sus propios inscritos se están desenganchando. Y si ellos pasan de todo, ya me dirán en qué queda el experimento.

Por supuesto, la militancia podemista ha dicho que sí a los dichosos presupuestos; o sea, la orientación dada por el jefe Echenique. Dos mil votantes sobre quince mil convocados. Este fiasco remata una operación (la ¿negociación? y aceptación, o no, del proyecto de presupuestos) desarrollada de manera incomprensible, poco operativa y llena de simulaciones e histrionismos.

Así no se avanza. Las buenas intenciones y las propuestas innovadoras están muy bien. A condición, ojo, de saber llevarlas a la práctica.