Casi dos meses después de nacer, la comisión del 11-M ha entrado en su recta final. Sin suficientes explicaciones, los grupos políticos han decidido por unanimidad suspender los trabajos durante agosto y reunirse a la vuelta de las vacaciones con el fin de estudiar si solicitan nuevas comparecencias --entre ellas la de Aznar-- o si proceden a la redacción de las conclusiones, opción que se perfila como la más probable.

Tendrán que esforzarse mucho sus señorías para convencer a la ciudadanía de que la comisión ha merecido la pena. Como confirma el CIS, muchos españoles opinan que las sesiones sólo han servido para que PSOE y PP polemizaran sobre si el anterior Gobierno mintió o no al atribuir a ETA los atentados y diluir la pista islamista. Quienes creen que Aznar y Acebes ocultaron la verdad tienen hoy más argumentos para ratificarse. Pero quienes opinan lo contrario, se han podido alimentar de la agitación política del PP. Y, lo que es peor, quedan por despejar otros interrogantes, como el de si pudo evitarse la matanza o qué hacer ahora para prevenir futuros atentados islamistas. El PSOE plantea un acuerdo contra el terrorismo internacional menos excluyente que el pacto anti-ETA. Por ahí se empieza.