De las elecciones del domingo me quedo con una frase: "El intolerable laicismo que se configura como religión pública". Los autores de la joya son, ¿cómo no?, media docena de monseñores encabezados por el inefable Rouco, presumiblemente crecido como estrella mediática tras La Boda. El asunto no mereció más que uno que otro suelto en según qué periódicos, pero los obispos se descolgaron con sendas pastorales, destinadas a ser leídas ante la feligresía el sábado (jornada de reflexión) y el domingo (jornada electoral) en la que pedían el voto contra la izquierda.

No lo decían así. Como Cantinflas: no voy a decir quién es el jijo de la chingada, pero lo voy a mirar. Y clavaba sus ojos en uno de los circunstantes.

No hubo denuncias ante la Junta Electoral, ni conferencias de prensa (me llamo Mariano Rajoy, etcétera), ni los maderos identificaron a cura alguno, ni al juez Lasala le dio por tomar declaración a los monaguillos. Allá ellos. Lo gordo es lo del "laicismo intolerable como religión pública". Joer, tú, hace falta pitera. Espero que los obispos sepan que laico es lo contrario de religioso y que el laicismo es, precisamente, lo que ordena la Constitución para el Estado, aunque estos últimos años la cosa fue así, así.

Y, si no lo saben, propongo modestamente que, en lugar de clases obligatorias de Religión en los colegios, haya clases obligatorias de Constitución en los seminarios. Que, al fin y al cabo, se pagan con mis laicos impuestos.

*Periodista