Un juez de Barcelona ha dictado, contra el imán de Fuengirola, Mohamed Kamal Mustafá, la primera sentencia condenatoria en España por incitar a la violencia por razón de sexo. Este líder religioso, amparándose en una interpretación retrógada de la tradición islámica, aconsejó en un libro diversas técnicas para golpear a las mujeres de forma que se les hiciese "sufrir" sólo "psicológicamente". Una salvajada que ha recibido la respuesta judicial que merecía.

En esta polémica han estado en juego dos principios. El primero, la tolerancia cero con la violencia doméstica, entendiendo que cuando cuesta tanto frenar las agresiones contra las mujeres es prioritario crear una conciencia social mayoritaria contra las agresiones machistas. La libertad de opinión no debe amparar a quien incita a cometer un delito o a justificar un trato inhumano y degradante.

Por otra parte, en casos como éste debe respaldarse la supremacía de los derechos y deberes reconocidos en la Constitución sobre las costumbres y normas de grupos culturales o religiosos que entren en conflicto con ella. Se trata de la base de nuestra convivencia y este mensaje deben recibirlo de forma inequívoca quienes llegan a nuestro país.