Hace dos años, las Cortes de Aragón instaron a la DGA a elaborar en colaboración con la Confederación Hidrográfica del Ebro un plan de gestión y control de los usos turísticos y recreativos de los embalses de Mequinenza y Ribarroja para preservarlos de la amenaza de especies invasivas que, como el mejillón cebra, avanzan a una velocidad de vértigo. Se tomaron medidas, pero no lo suficientemente eficaces como acaba de demostrarse, tras descubrir los primeros ejemplares de este molusco en el embalse de Mequinenza. Ayer, el departamento de Medio Ambiente convocó a la CHE, ayuntamientos y a ERZ Endesa, dueña de la presa, a una reunión de urgencia para incrementar las medidas de vigilancia. Dada la situación, lo que urge son medidas drásticas que deberían empezar por acotar el espacio para que las barcas, tanto las de recreo como las de pescadores, no naveguen de un pantano a otro sin control, por mucho que la mayoría disponga de autorización. La población de mejillones cebra avanza a pasos agigantados por las aguas del Ebro, y las barcas son un elemento que potencia la invasión. De los 500 ejemplares por metro cuadrado detectados en el 2001 se ha pasado a más de 200.000 en Ribarroja, un dato que por si solo dispara todas las alarmas.