Si el pulso político de un territorio tiene un reflejo en su vida parlamentaria, la sesión de investidura de Jordi Turull dibujó una imagen de Cataluña muy preocupante: apática, carente de pasión, deslavazada. Fue extemporáneo ver al candidato de JxCat a la presidencia de la Generalitat en el estrado enumerar un programa de gobierno que sabe que difícilmente aplicará porque la CUP no lo apoya y porque hoy comparece ante el Tribunal Supremo (TS) con un elevado riesgo de ingresar en prisión preventiva. La sesión de investidura del ayer, celebrada después de tres meses de bloqueo político, fue la consecuencia de la deriva unilateral del independentismo.

En la votación, Turull fue derrotado. La normativa del Parlament indica que el sábado debería volver a presentarse a votación para tratar de lograr una mayoría simple. Para ello, a no ser que Carles Puigdemont y Toni Comín renuncien a sus escaños, necesita que al menos dos diputados de la CUP cambien su abstención por un ‘sí’, un cambio que se antoja imposible tras escuchar al diputado Carles Riera. Pero antes, como el mismo Turull recordó desde el estrado, el candidato a president tiene una cita en Madrid, ante el juez Pablo Llarena. Ayer, la Sala de Apelaciones del Tribunal Supremo decidió mantener en prisión tanto al número dos de JxCat, Jordi Sànchez, como al ‘exconseller’ de Interior Joaquim Forn, a pesar de que en el caso de este último la fiscalía, a instancias del Fiscal General del Estado, pidió la libertad bajo fianza. No es una práctica habitual que los jueces adopten medidas cautelares superiores a las solicitadas por la fiscalía, una decisión que se une a otras que se han tomado durante el proceso legal que han merecido la crítica de destacados juristas y expertos. La comparecencia de Turull ante Llarena puede dar lugar a una nueva espiral de acción-reacción de la que se nutre el procés, a otro agravio más que añadir a una larga lista de ofensas y daños, reales e imaginarios, que tanto necesita la facción del bloque independentista que propugna el enfrentamiento a toda costa contra el Estado. La imagen de un president de la Generalitat encarcelado es la que buscaba el independentismo cuando forzó la sesión de investidura de ayer. No la tendrá, pero el sábado, si el juez decide encarcelarlo, Turull no podría asistir a la segunda sesión de su investidura. El independentismo tiene dos meses para cerrar esta locura.