No le resultará muy difícil a Álvaro Sanz convertirse en el "referente" de los intereses de las gentes de la Comunidad, objetivo declarado del nuevo diputado de La Izquierda de Aragón en el Congreso. Y no porque esté solo. Puede que usted no haya oído hablar nunca de ellos, pero en la carrera de San Jerónimo y entre los 350 miembros de una cámara sobredimensionada, se sientan en su escaño otros doce representantes por las circunscripciones de Huesca, Teruel y Zaragoza (ocho del PP y cuatro del PSOE). Sin embargo, les luce poco el pelo. En línea con el raquítico peso con que, gobierne quien gobierne, cuenta Aragón en el marco de la política nacional, esos diputados no asumen un protagonismo que debería ser mayor y apenas promueven iniciativas parlamentarias de enjundia. Permanecen engullidos por los grandes grupos y gozan de una escasísima visibilidad. En el caso de los populares, no procede molestar al Gobierno. En el de los socialistas, siempre pueden más las distracciones internas. Solo Sanz, que sustituye en el cargo a Chesús Yuste por el acuerdo electoral IU-CHA, se librará de ese yugo. Y, como a su antecesor, ello brinda al flamante diputado una oportunidad de oro para hablar de los problemas de Aragón sin tapujos. Otra cosa es que sus lamentos sirvan para algo, pues se dirigirá las más de las veces a un foro semivacío y su voto seguirá valiendo lo que vale. Pero, si se cumplen sus intenciones, siempre le cabrá el honor de haber combatido el improductivo ostracismo que padecen sus colegas. Periodista