Ahí está Luis Roldán en su salida de la cárcel de mujeres, paseando por Zaragoza. Cuando entró al trullo aún no se soñaba con soterrar las vías y en Pla-Za rumiaban cuatro cabras. Ahí está en las portadas nuestro nuevo vecino, con unas bolsas de El Corte Inglés que equivalen a una petición de indulto, de normalidad. Ir de compras equivale a una petición de libertad. Aunque sea condicional. Viene a decir, soy normal, voy de compras, ya he pagado. Aunque no en dinero, sí en años. Debería haber llevado otras bolsas más populares, del Alcampo o Galerías Primero. Hay gente que lo del CI lo ve un poco pijo, muy del centro. Si hubiera salido con unas bolsas de Galerías Primero o de Medias Angel, ya le habrían perdonado. Hay gente que se piensa que se está gastando su fortuna secreta, la de los huérfanos de la Guardia Civil, las comisiones de los cuarteles, en ir de compras, y luego llaman a Estudio de Guardia y a la Cope de Maria José Cabrera a reclamar que lo enchironen. Hay que pensar que en la cárcel, aunque sea de mujeres, no se puede gastar mucho. Además, es un poco raro ver a un hombre comprando a esas horas, sin ser navidad, ni nada. A LR, nuestro vecino por horas, le deberían dedicar un espacio en Periferias.org, es un preso de Estado que salió en calzoncillos en Interviu . Según una encuesta, la gente valora poco a la tele y a la Iglesia, pero quién se fía ya nada. Van saliendo los intermediarios del Yak, las comisiones: hasta para suspirar hay comisión. Un suspirito, que dijo Manuel Fraga. Al hombre que va de compras en miércoles se le ve abotargado por el presidio. No como a Mario Conde, que sale siempre hecho un cincel. No como a los Albertos, que están presos en sus madrigueras de luxe a ver si se traspapela el expediente. A Luis Roldán, que un día fue el amo de la city, le ha sentado mal el encierro: estar solo en una cárcel de mujeres pero sin verlas debería de amortizar doble. Mejor habría estado de preso común, sometido a las asechanzas de los islamoides, a esa cruel normalidad de hombres. El felón doblemente aislado tiene que ir de compras para recuperar la calle, la ciudadanía, esa normalidad de llevar unas bolsas con unas camisas. Pero la ciudadanía plena no se recupera hasta que no se va a la Romareda y se fuma uno un puro enfrente del Miguel Servet.

*Escritor y periodista