Un año después de que los norteamericanos entrasen en Bagdad, derribasen la estatua de Sadam Husein y asesinaran al cámara español José Couso y a otros dos periodistas, Irak es un infierno. La evocación de Vietnam ha dejado de ser un fácil recurso retórico para convertirse en un dato obligado a la hora de analizar la situación. Los grupos de la resistencia iraquí, sunitas y chiítas, están confluyendo en una movilización armada sin precedentes. La rebelión se ha generalizado y las fuerzas ocupantes (básicamente los Estados Unidos) vuelven a usar su máxima potencia de fuego en áreas habitadas por población civil. ¿Es ésta la imagen de un país liberado ?

Desde Irak sólo se proyecta al resto del mundo desestabilización y terrorismo. Por ello es urgente que la comunidad internacional tome cartas en el asunto e intente buscar soluciones razonables si es que aún estamos a tiempo. Pero si tales soluciones no aparecen y si el Gobierno norteamericano insiste en buscar salidas militares al caos creado por su propia invasión, es urgente que las tropas españolas (abrumadas en estos momentos por los acontecimientos que se producen en su zona de despliegue) dejen cuanto antes aquel país. Su presencia no tiene ningún sentido.