No dejemos a los iraquíes en la estacada!", claman ¿piadosamente? las gentes de orden ahora que la retirada de las tropas españolas es ya un hecho a punto de ser ratificado por el Congreso. ¿En la estacada? Donde se han quedado centenares de vecinos de la ciudad de Faluya es en el cementerio. Fueron bombardeados en nombre de la democracia y finalmente liberados definitivamente de sus cuitas por las benditas tropas de la Coalición . Son cosas que pasan allí a menudo porque los soldados norteamericanos, con toda su parafernalia bélica, no se manejan bien en los combates callejeros, reclaman enseguida apoyo aéreo, aplican toda la potencia de fuego posible... Y claro, los daños colaterales se multiplican. Matan las tropas coaligadas, mata la resistencia, mata Al Qaeda. El Irak invadido es hoy un inmenso matadero.

LO HA DICHO EL virrey o procónsul norteamericano en Bagdad, Paul Bremer: "No es éste el Irak que esperábamos". Alguien debiera haber advertido al presidente George Bush y a su fundamentalista camarilla de que, al igual que un abogado no debe plantear a los testigos preguntas cuya respuesta no conozca de antemano, un líder imperial no puede iniciar una guerra cuyo desenlace resulta imprevisible. Irak es hoy el fruto de esa criminal imprevisión. Pero la actual Administración norteamericana aún confía en controlar la situación. ¿Cómo? En casa, con más llamadas al patriotismo; sobre el terreno, intensificando el uso de la fuerza. Con más de seiscientas bajas propias desde que empezó esta guerra, la publicación de una foto con los ataúdes envueltos en barras y estrellas ha causado conmoción y escándalo en los Estados Unidos. La imagen de dichos ataúdes es tabú. El presidente no ha ido a un sólo funeral por los caídos. Una mayoría de norteamericanos todavía cree que Sadam Husein tuvo que ver con el 11-S y que bombardeando Faluya o sitiando Nayaf se está combatiendo al terrorismo. Ni en los tiempos de Nixon se había visto una operación de manipulación informativa tan abrumadora.

Los soldados españoles van a salir de un Irak caótico, peligroso... y lo que es definitivo: sin alternativas. Los iraquíes se quedan en una situación determinada por los planes de la Casa Blanca y el Pentágono para convertir el traspaso de poderes en un cheque en blanco a sí mismos para instalar bases permanentes en el martirizado país, seguir controlando la reconstrucción y ejercer un protectorado de hecho. El futuro embajador de los Estados Unidos en Bagdad, John Negroponte, es un especialista de las operaciones encubiertas . Se inició en Vietnam, creó la contra nicaragüense, de él se sospecha que inspiró la actuación de escuadrones de la muerte en Centroamérica... Perfecto director para un teatro de operaciones en el que ya actúan miles de mercenarios, cuyos contratos se incluyen en los costes de reconstrucción del país, o donde el dispositivo norteamericano incluye centros de detención semisecretos en los que están internados casi siete mil iraquíes, cuyo estatus legal no suele ser demasiado preciso.

POR SUPUESTO que el Ejército español no deja a nadie en la estacada. Sus mil trescientos hombres y mujeres fueron a Irak a realizar unas pretendidas e imposibles tareas humanitarias que apenas han pasado de algún gesto simbólico. Desde hace tiempo (sobre todo a partir de la rebelión chiíta), nuestras tropas bastante tienen con autoprotegerse y evitar las bajas. El contingente carece de armamento pesado y de apoyo aéreo. Mantenerlo como fuerza auxiliar del ejército de ocupación sería una insensatez.

La política exterior de Estados Unidos, hacia la que los conservadores españoles piden lealtad , está conduciendo a la desestabilización definitiva y absoluta de Oriente Próximo-Medio. La perspectiva de una democratización y estabilización de la zona es tan ilusoria y ridícula que su proclamación sólo puede entenderse hoy como una burla sangrienta. Bush ha dado luz verde a Sharon dinamitando su propia Hoja de Ruta mientras en el Islam crecen el rencor y la impotencia. Ya no funciona ni una sola de las coartadas políticas y militares con las que el Trío de las Azores quiso justificar su ataque a Irak.

La decisión del Gobierno español de salir del pudridero iraquí es acertada, justa y valiente. "¡Dejaremos a los iraquíes librados a su suerte!", se lamentan en el PP. Olvidan que las gentes de Irak ni antes ni mucho menos ahora fueron libres ni tuvieron suerte. Hoy su destino está en manos de los EEUU de América. Y España sólo puede hacer una cosa: negarse a ser cómplice de la locura norteamericana.