A nivel del Estado en las generales del 28-A Vox obtuvo 2.677.133 votos, el 10,26% y 24 diputados. En las europeas del 26-M, 1.388.681; el 6,20%; 3 eurodiputados. Son unos resultados espectaculares. Las elecciones funcionan como un mercado, según la ley de la oferta y la demanda. Y es claro que la oferta de Vox ha resultado atractiva para un porcentaje importante de españoles. Merece la pena estudiarla.

Me fijaré en un artículo de Guillermo Fernández Vázquez titulado Vox, ¿arcaísmo o modernidad? Señala que el programa electoral de Vox es comparable al de las formaciones de derecha radical, que irrumpieron en Europa a finales de los años ochenta: autoritarismo en lo moral y neoliberalismo en lo económico.

Vox mantiene una comunicación frenética, porque pretende crear una marca propia, un perfil, una identidad. Su marca está vinculada a 4 grandes ejes temáticos: Cataluña (la nación española en peligro por sus enemigos), seguridad (relacionada a la libertad de las personas para defenderse de sus agresores, sobre todo extranjeros), reivindicación de la tradición (en lo que concierne al modelo de familia, matrimonio, aborto, eutanasia, y en el modo de relacionarse con los animales y usos del mundo rural), y apuesta por un neoliberalismo económico, con políticas de desregulación y privatizaciones económicas del sistema público de pensiones, sanidad y educación.

Además actúa como un partido nicho. Tales partidos tienen 3 características: rechazan la orientación tradicional de la política basada en la clase social; intentan superar la línea de división política entre izquierda-derecha; se diferencian ulteriormente mediante la limitación de los asuntos a los que apelan. Para abrirse paso hay que priorizar un tema, luego ya serán otros. Así se lo recomendó Nicolás Bay (líder de la delegación del Frente Nacional en el Parlamento europeo) a Vox en mayo de 2018. Y tomo nota. La cuña por la que ha penetrado en el debate político español tras cinco años de existencia es la defensa de la unidad de España en peligro. Aparece como una fuerza de choque contra los enemigos de España y a favor de la revitalización de una idea de España trágicamente olvidada.

En relación con el carácter de partido-nicho, Vox comparte con los principales partidos de la extrema derecha europea un tercer rasgo: la voluntad de generar asombro con su comunicación política. O sea, la provocación como estrategia para existir, como táctica política. Esta táctica con tres objetivos: gozar de una presencia constante en los medios, marcar la agenda política, y condicionar el debate político y dar la batalla cultural a la izquierda. Con ello se pretende indignar a los sectores progresistas y descolocar a la derecha. Son ejemplos, las controversias suscitadas por Vox sobre la ilegalización de los partidos independentistas y los que no renuncien al marxismo. La aparición de Abascal con el casco de los Tercios de Flandes o el vídeo en que aparece a caballo, mitad Quijote, mitad capitán de la Reconquista. El rechazo a emplear el término «violencia machista» negando las cifras de los servicios públicos de asesinatos de mujeres a manos de sus parejas. Las palabras de Ortega Smith sobre las Trece Rosas. Elige librar todas las batallas culturales al neoliberalismo progresista, según lo define Nancy Fraser. En definitiva, se habla de lo que Vox quiere y se olvida de lo que es más débil. Según Marcos Roitman Rosenmann, con 24 diputados y una escasa representación en las comunidades autónomas y ayuntamientos, decide los destinos de la derecha española. Marca la agenda y cohesiona el ideario de conservadores, liberales, democristianos, franquistas, nacional católicos y falangistas. La fuerza de Vox es suma de factores que va de la sucesión de Aznar por Rajoy en el PP, la crisis catalana, la emergencia de Ciudadanos y Podemos, hasta la crisis económica de las hipotecas basura.

Guillermo Fernández Vázquez, indica que lo primero que se debería hacer es abandonar esa mirada moral, extendida en medios de comunicación y partidos de izquierda, que se escandalizan continuamente, dicen qué barbaridad y además se creen superiores. Hay que analizar los motivos por los que a Vox le va bien. Después, aunque esto es un tabú, hay cosas que está haciendo no diría bien, pero sí eficazmente. Reflexionemos sobre cuáles son. Además, quizás sus adversarios, entre los que se encuentran los partidos de izquierda, están haciendo cosas mal a la hora de relacionarse con Vox. Y estudiar, comprender cuál es su estrategia, cuáles son sus divisiones y sus debates internos.

La izquierda muchas veces tiende a enfatizar aquellas cosas de Vox que le hacen menos daño, como son las de la batalla cultural: la violencia de género, los homosexuales, los toros o la caza. Lo que en realidad le puede hacer más daño es lo relacionado con cuestiones semiocultas en su programa electoral. Por ejemplo, su implantación de un sistema mixto de pensiones, es decir, privatizar las pensiones. Una parte de su campaña se ha centrado en el campo, la España vacía, los agricultores y los ganaderos. Claro, pero Vox propone un Plan Hidrológico Nacional igual que el de Aznar en el año 2001-2002, que perjudicará a los agricultores de Aragón. El brutal desarme fiscal que imposibilitará el mantenimiento del Estado de bienestar. Eso sí, le hace daño. Y la izquierda no lo utiliza.

*Profesor de instituto