A la excesiva prudencia de Enrico Letta le sigue ahora el torbellino de Matteo Renzi, cuyo ímpetu ha contagiado al presidente Giorgio Napolitano, quien perderá demasiado tiempo en las consultas para la formación en Italia de un nuevo Gobierno que acabará encabezando el aspirante apresurado. La política italiana está llena de anomalías, pero esta crisis las reúne a mares. No se ha abierto en el Parlamento sino con un golpe en el seno de un partido, el Democrático, al que pertenecen Letta y Renzi. Cuesta entender que un primer ministro y el líder del mismo partido no sean capaces de llegar a un acuerdo sobre la política a seguir y lleguen hasta la ruptura. No está escrito que el primer ministro tenga que pasar por las urnas, pero desde que en el 2011 Silvio Berlusconi fue obligado a abandonar el poder Italia tendrá por tercera vez un primer ministro que no cuenta con refrendo electoral, y carente además de experiencia parlamentaria o de gobierno. Y una última anomalía: en la breve ronda de consultas, Napolitano recibirá a un condenado por fraude fiscal, Berlusconi, que encabezará la delegación de Forza Italia.