Irrefutable prueba de que en Italia la política es cosa de locos ha sido su último y tectónico movimiento, al aceptar el expresidente del Gobierno italiano, el moderado Giussepe Conte, la presidencia del Movimiento 5 Estrellas, de izquierda radical, liderazgo que le ha sido ofrecido por su fundador, el cómico Beppe Grillo.

Lo paradójico, o, más bien, si quieren, lo absurdo o incomprensible de dicha operación no reside en su oportunidad, o en su oportunismo, sino en el abismo teórico que teóricamente separaba al socialdemócrata Conte del populista M5S. Sería un poco, salvando las distancias, como si ese socialista moderado, intelectual, que es en España Ángel Gabilondo, comunicase, tras una reunión con Pablo Iglesias, que aceptaba la presidencia de Unidas Podemos.

¿Cuáles han sido las condiciones de Conte para presidir, liderar y, en su momento, encabezar una candidatura M5S? Fundamentalmente, ha exigido a Grillo y a los grillinos un viraje hacia el centro izquierda, con la idea de aliarse con el Partido Demócrata y la facción del siempre incómodo Matteo Renzi y plantar cara al bloque de la derecha, compuesto por Hermanos de Italia, Forza Italia y Liga. ¿Lo conseguirán? Como primer efecto, el M5S, que estaba en caída libre, ha remontado mágicamente en las encuestas para situarse de golpe en el 22%, un porcentaje que le acercaría a posiciones de Gobierno (incluso, en la fragmentada oferta electoral italiana, a ganar las próximas elecciones).

¿Y qué hay respecto a la moral, a la integridad, a la coherencia de un partido que nació contra el sistema, comprometiéndose a no aliarse en ningún caso con la casta ni a mantener el statu quo? Sus dirigentes justifican estos bandazos alegando que no es lo mismo la propaganda que la gestión y que ya lograron introducir en la administración algunos de sus proyectos y principios. Otras de sus ideas fundacionales de 2009, cuando nació el Movimiento 5 Estrellas, han sido, según alguno de sus dirigentes, “superadas por la historia”.

En la política transalpina todo es posible. Quizá porque todo gira y vuelve a su lugar, o tal vez porque sus arquetipos, Andreotti, Berlusconi, ahora Conte, nunca dejan de estar, como las pizzas, como las corbatas diseñadas en Milán, de moda.