Una columna no es un tratado de Antropología política y necesariamente hay que simplificar. Decía la semana pasada que los ideólogos de la derecha se han empeñado en demostrar que ya no hay izquierda ni derecha y que las clases sociales casi se unificaron en lo que denominan la «clase media trabajadora». Pareciera que identificarse como «clase obrera» o asalariada (por cuenta ajena o propia) fuera tenerse a menos. Ya no existe lo que algunos denominaban «conciencia de clase». Algunos desorientados que tienen, o tenían, el mismo carne sindical que yo mismo mantienen que, por ejemplo en Sanidad, hay que defender a los que aportan valor añadido, entendiendo que los menos especializados no lo hacen y por tanto no merecen el mismo esfuerzo del que desde su fundación, fue un «sindicato de clase», legitimando a los que no lo son, o sea a los corporativos. Pero claro, si ya no hay clase obrera, ya no tienen sentido los sindicatos de clase, de clase obrera, quiero decir. Menuda satisfacción, como para hinchar el pecho 14 horas al día, ser parte de la clase media trabajadora. Toda una subida de estatus, de prestigio social, aunque no llegues a fin de mes. Y claro, con semejante subidón ya puedes votar a cualquiera, incluso a los que pretender acabar con todos los logros, dolorosamente conseguidos durante décadas por la clase obrera, sus sindicatos de clase y por los partidos que históricamente han representado sus intereses con claros y oscuros. Dicen que nadie tira piedras a su tejado, pero no es verdad. Los hay a millones. ¿Aprenderemos algún día?. H *Profesor de universidad