Perdónenme si en este lunes festivo, víspera de unas elecciones que por muchas y bélicas razones tienen en ascuas a medio mundo, mi comentario no es todo lo profundo que cabría esperar, dadas las circunstancias. No, no escribiré sobre la necesidad de que sea Kerry quien gane en EEUU, ni siquiera sobre el día de Todos los Santos. Hoy, mi comentario va de cómo sí no espabilamos, nuestros cerdos ibéricos, pueden emigrar a Japón. El asunto es que los japoneses han descubierto que el vino es bueno... hasta para criar cerdos. Si señores, si. Ante tal descubrimiento --el de los guarros , digo, porque el otro, el del que el vino es saludable, ya lo sabíamos por aquí-- un tal Masaichi Misota, de Tokio, ha comenzado a criar a sus cochinos con algún que otro vaso de vino blanco porque --dice-- que así se mejora el sabor y la consistencia de la carne. ¡Virgen del Amor Hermoso! ¿Se imaginan ustedes a los pobres animalicos dando traspiés en la zolle ( por cierto, no se como se dirá en japonés) a la búsqueda de una nueva ración de comida?.Todos sabemos que Japón siente admiración por lo nuestro, y que hay ya excelentes guitarristas, buenos bailarines de flamenco, y hasta un torero anda por ahí, pero querer emularnos es una cosa y alimentar al cochino con vino, otra muy distinta. Piensen por un momento a qué sabría el jamón de Teruel si los cerdos fueran alimentados a base de Somontano o Cariñena. Vamos, que me imagino cantando unas sevillanas después de meterme, entre pecho y espalda, un bocata de ibérico.

*Periodista