Hace cuatro décadas apareció un personaje en un pequeño pueblo de la provincia de Zaragoza, que cambiaría su destino para siempre. Tras recorrer varias localidades del entorno de la capital, Enrique Gastón decidió ubicarse en Jaulín donde muy pronto adquirió una casa y se convirtió en un vecino más. Con su carácter, no tuvo mucha dificultad en congeniar con todo el mundo y el pueblo le abrió sus brazos, también a su familia.

A finales de 1980 convocó a los vecinos al casino de la localidad. El motivo de la reunión era la presentación de un proyecto de interés municipal. Recuerdo que el local se llenó al completo: los asistentes no dábamos crédito a lo que allí se estaba proponiendo: la transformación de la emblemática balsa situada en el casco urbano (tradicionalmente usada como abrevadero para el ganado) y el entorno de la misma, que se había convertido en un vertedero, en un parque. Además, debía conseguirse en tres días, para lo cual se precisaba la máxima colaboración, eso si, de forma desinteresada. Aquello que parecía una locura, se transformó en un reto: todos los allí presentes dimos el visto bueno al proyecto. La idea se propagó rápidamente. Fue clave la asunción de la idea y el compromiso total por parte del ayuntamiento que supo movilizar al pueblo. En un fin de semana del mes de febrero de 1981, el proyecto se ejecutó: salieron tractores, camiones..., cada uno aportaba lo que tenía y con la herramienta correspondiente plantaba árboles, retiraba tierra, colocaba piedras, etc. etc. Enrique Gastón, durante los dos meses anteriores había espoleado a los entonces jóvenes convocándonos a sucesivas reuniones para buscar plantas, pedir colaboraciones desinteresadas, contactar con artistas, pegar carteles, etc. Tuve la suerte de poder participar en esa locura colectiva. Al fin de semana siguiente de la culminación de ese reto, se organizó una gran fiesta que iba a ser el origen de las Fiestas del Árbol, las migas y los premios en defensa de la naturaleza. Todo ello no solo determinó la obtención del Primer Premio Nacional del Medio Ambiente en el año 1984; además, situó a Jaulín en el mapa, el mundo de la cultura se adueñó del pueblo, se incrementó exponencialmente el turismo, por una u otra razón el pueblo aparecía en la prensa, tv, etc.

Enrique Gastón era una persona sencilla, afable, y sobre todo un hombre del pueblo y para el pueblo. Fue un vecino más que amó a su pueblo. Al menos pudo vivir un homenaje especial en el mes de enero del presente año. El barbas (como era conocido cariñosamente), nos ha dejado huérfanos para siempre. Debemos respetar su memoria y su legado. Por ello, ahora que la despoblación también ha hecho mella en Jaulín, este gran hombre debe ser nuestro icono para luchar contra esa lacra. Gracias de corazón, Enrique, nunca podremos olvidar la ilusión y felicidad que fuiste capaz de generar durante muchos años a todos tus convecinos que, ahora, sienten profundamente tu pérdida.

*Abogado