Mi moto es más vieja que la tos. Como duerme en la calle, el tubo de escape está tan oxidado que ya ni los pispas se la miran, y una araña se le ha instalado de okupa en algún recoveco del motor. Pero sigue siendo una cafetera útil que abona 140 euros anuales por el seguro más sencillito. Y en estas, aflora que Jordi Pujol Jr. paga solo 60 euros por la póliza de un Ferrari F40... Que cada uno acabe el chiste como quiera. Se sabía lo del alicatado en el aeropuerto de El Prat, pero tira que te vas. Se sabía lo de las flores de la Ferrusola, un mal menor. Y lo de las ITV. Se olían cosillas de la financiación, pero se miraba hacia otro lado por la asunción colectiva de que quien está en los fogones del poder siempre pone el cazo. Pero lo del molt honorable va mucho más allá. La confesión de Jordi Pujol padre de que mantuvo oculta una gran fortuna durante 34 años representa la caída de un guindo moral altísimo. Un batacazo descomunal. Incluso los charnegos, hasta quienes nunca le votaron, sentían un respeto reverencial hacia el hombre y su altura política. Hace 30 años, la prensa informaba del primer acto de adhesión que le tributaron sus adeptos tras un triunfo electoral que se solapó con la querella por el caso Banca Catalana. Y entonces Pujol exclamó: "Nos quieren hacer perder la esperanza, el equilibrio, la serenidad, la tranquila decisión de trabajar cada día ilusionadamente". Justo lo que han hecho. No son los coches de lujo o los tropecientos millones, que también. Es algo mucho más valioso: nos han saqueado la ilusión. Periodista