En 2050, si no hacemos algo, en el Pirineo ya no quedarán glaciares ni ibones ni nieve. La desolación del Sáhara se extenderá por todo el Sahel, cuyos habitantes habrán huido hacia el norte. California estará convertida en cenizas. Espesas nubes tóxicas rodearán las grandes ciudades y su vecindario sufrirá alergias, problemas respiratorios y cáncer de pulmón... No hace falta ser un profeta maldito para imaginarlo, porque gran parte de lo que describo ya está sucediendo. Sin embargo hay personas que se niegan a verlo por terquedad o sectarismo ideológico. De ahí el absurdo barullo que se montó ayer cuando el Gobierno adelantó su plan de eliminar en treinta años los vehículos que usan hidrocarburos como combustibles. Madre mía.

Buena parte de la derecha hispana se empeña en que lo bueno es el diésel, las centrales atómicas, las de ciclo combinado (si puede ser) y todo lo que contamina e impacta sobre la naturaleza. Que se joda el planeta, y como decía el malo de aquella película: «Talemos el último árbol y matemos al último animal salvaje. Somos los reyes de la creación». De ahí la enemiga a la moratoria nuclear y a las energias renovables (salvo las generadas en los pantanos, claro).

La coartada, por supuesto, es económica. Aunque solo se la pueden creer los más idiotas, pobrecitos. Porque Alemania, la gran potencia tecnoindustrial europea, ha puesto fecha final a sus nucleares y no construye más; ha superado a España en la producción eléctrica mediante aerogeneradores y placas solares... y es firmante del Acuerdo de París, que implica, sí señor, desterrar los coches contaminantes antes del 2050. Aquí todavía los hay que confunden progreso con destrucción y parecen incapaces de entender nada que no sean las brutales mamarrachadas del trumpismo y sus variantes. Mientras, pagamos la energía a peso de oro porque el precio del kilovatio se fija por el más caro: el de las centrales de ciclo combinado. O temblamos ante los fabricantes de coches, como si estos no supieran mejor que nadie que ya les toca fabricar semovientes eléctricos. En fin...