Ya tenemos la Garantía Juvenil de Empleo. Una propuesta de la UE que aporta fondos para que el medio millón de jóvenes españoles de menos de 25 años que ni estudian ni trabajan (muchos porque han acabado lo primero y no encuentran lo segundo) puedan salvarse de ser la generación perdida. En España se decide dar 300 euros mensuales a los empresarios que contraten a integrantes de este colectivo durante seis meses. A los seis meses y un día pueden despedirlos sin que tengan que devolver la bonificación ni se les caiga la cara de vergüenza. Visto cómo se las gastan los creadores de riqueza por estos pagos, con su jefe al frente, al que no se le ocurre nada mejor que denunciar a las amas de casa como si fueran unas caza recompensas por apuntarse al paro a ver si pillan alguna subvención, puede ocurrir que estos jóvenes entreguen su fuerza de trabajo a cambio del salario mínimo interprofesional (poco más de 600 euros) y así el contratante dispondrá de las plusvalías que le generen músculos y neuronas por diez euros al día. En Alemania nadie puede contratar ya por menos de 8,5 euros... la hora. Misma Europa, mismos derechos. ¿Dónde? Dirán que algo había que hacer, que más vale eso que nada, que mejor adquirir experiencia laboral que pasar los lunes y los marte al sol. Sí, sí. Casualmente, los beneficiarios directos serán los que necesitan trabajadores, que les saldrán tirados de precio. Porque no creo que se pueda llamar empresario a quién base la rentabilidad de su negocio a semejante coste laboral. Periodista