Hace algunos años, no demasiados, el todavía emérito Juan Carlos I de Borbón quiso casarse con Corinna Zu Sayn-Wittgenstein. Nada tenía eso de extraño para la pareja, pues era tal, con las mismas pasiones adultas y rejuvenecidas esperanzas que cualquier otra… Bien distinta habría sido la extrañeza del pueblo español, ignorante de aquella consolidada situación, cohabitación incluida, y de sus posibles consecuencias. Como tantos otros aspectos de la vida de don Juan Carlos, su nueva relación con Corinna había sido protegida con la máxima discreción y poco o nada se sabía de ambos.

Para casarse con Corinna, Juan Carlos debía previamente divorciarse de su mujer, la reina Sofía. Cómo fuese esta a reaccionar, de habérselo él planteado, era difícil de predecir. En cualquier caso, Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy, máximos dirigentes, por entonces, de los dos principales partidos españoles, PSOE y PP, y principales garantes, también, de la continuidad de la Corona, se esforzaron al alimón por disuadir al monarca español de su enlace con la princesa alemana.

Eliminada la vía institucional, y el horizonte matrimonial, la vida de la pareja continuó durante algún tiempo, pero ya no tan feliz ni discretamente.

El episodio de Botswana fue antesala de la abdicación. A partir de ahí todo se torció. Corinna empezó a dar entrevistas, a hablar demasiado, a no negar que en el entorno real se realizaban negocios, intermediaciones bastante más sustanciosas que esa “asignación” anual, puramente simbólica, que ahora su hijo Felipe VI retira a su padre, al mismo tiempo que su confianza.

¿Por qué hizo lo que parece haber hecho Juan Carlos I, aceptar oscuros donativos, instrumentar empresas pantalla en paraísos fiscales? ¿Por status, para no ser menos que otros reyes y presidentes que influyen en grandes adjudicaciones, obteniendo algún tipo de rédito? ¿Para asegurarse una jubilación dorada y dejar herencia a dos generaciones de Borbones?

¿O sería por amor, primero, y por despecho después? ¿Fue la rubia y bella Corinna su ángel negro, su 'femme fatale', la trampa que le puso el destino?