La figura de Juan Marsé , fallecido este sábado a los 87 años, es una de las más representativas de la literatura española de la segunda parte del siglo XX y de lo que llevamos del XXI, con la culminación del merecido premio Cervantes en el 2008. Sus novelas parten de «la narrativa pura, la imaginación y la aventura», como él mismo declaró, y se fundamentan en un trabajo constante, artesanal, de reconstrucción de una realidad histórica, a partir de unos hechos y unos personajes que ya forman parte del simbolismo de una ciudad, Barcelona. Hablar de Marsé, más allá de su indudable calidad como novelista, es también adentrarse en una cartografía sentimental, y recordar retratos tan representativos de la variedad social de nuestro país como el Manolo, Pijoaparte, de la mítica Últimas tardes con Teresa . Marsé publicó su primera obra, Encerrados con un solo juguete, hace 60 años y fue labrándose una carrera literaria de primer nivel en un entorno marcado por la intelectualidad de izquierdas antifranquista, pero supo ser fiel a su estricta vocación de narrador puro, a partir de instrumentos como la ironía y la evocación de la memoria, y con los conocidos referentes de la cultura popular, como el cine, el cómic o la literatura de quiosco. «El escritor trabaja con la vida, pero la parte más importante es la inventada», apuntó.

Ganador de numerosos galardones –entre ellos, el Planeta, o el Premio Nacional de narrativa–, con títulos tan destacados como La oscura historia de la prima Montse , Rabos de lagartija , Si te dicen que caí o E sa puta tan distinguida –su última obra, en el 2016–, su verdadero éxito es haber entrelazado la historia del tiempo que le tocó vivir con un estilo personal y singular, apasionado, que ha merecido el elogio de la crítica y el reconocimiento del público lector. Con Juan Marsé desaparece, además, un ciudadano que nunca se plegó al poder y que siempre abogó por la defensa de la libertad creativa y de la crítica hacia las ilusiones políticas sin sentido. Cabe recordar así su defensa del bilingüismo y su extrema barcelonidad, por encima de patriotismos estériles.