Los jubilados se han echado a la calle para causar los peores dolores de cabeza que ha sufrido el gobierno de Rajoy. Un columnista, Rubén Amón, tituló su artículo así: Los jubilados pueden jubilar a Rajoy. Un juego de palabras que, seguro, hace sentir vértigo a más de uno… porque no es solamente un juego de palabras. El colectivo de jubilados ha sido considerado por los dos partidos tradicionales, PSOE y PP, como un caladero seguro de votos. Poco amigos de experimentos sin contrastar, los mayores eran para esos partidos un colectivo muy numeroso al que bastaba con mantener la pensión (cualquier pensión) para que siguiera manteniendo su fidelidad de voto. Y también es un hecho que los mayores cuentan con una peculiaridad que los hace más apetecibles: el nivel de abstención entre las personas de edad es mucho más bajo que en otros grupos más jóvenes, e infinitamente más que entre los más jóvenes. Pocos analistas dudan de que si, hasta la fecha, los partidos emergentes no han alcanzado el sorpasso que esperaban, por la derecha y por la izquierda, la razón hay que buscarla en el voto masivo de los mayores de 60 años.

Pero esos políticos olvidaron que incluso los más fieles pueden cansarse si el objeto de esa fidelidad los ignora, cuando no los ningunea o maltrata porque ha acabado por verlos como de su propiedad. Y no solo cansarse, sino volverse en su contra cuando, para justificar esos malos tratos, recurre a mentir de forma tan burda que resulta insultante para aquel al que se pretende engañar.

Desmontemos, por lo tanto, algunas de esas mentiras. Una es la que proclaman a voz en cuello los miembros del Gobierno. «Nosotros hemos revalorizado las pensiones año a año, mientras que el PSOE las congeló». Lo más difícil en este caso es averiguar cuánto descaro hace falta para sostener sin ruborizarse que las pensiones se revalorizan aumentando un 0,25% anual cuando la inflación anda sobre el 2% (y subiendo). Otra falacia, que curiosamente tiene algo de verdad, es la que alude al hecho de que los pensionistas son uno de los colectivos menos afectados por la crisis (esa que, dicen, es cosa ya de otra época). Sí, claro: peor lo pasaron y lo pasan los que fueron expulsados del mercado laboral y se vieron sin ingreso alguno, o los jóvenes que aún andan buscando un empleo digno de tal nombre. Pero si ver sus pensiones congeladas durante casi una década y tener que asistir a familiares en apuros con su menguada pensión, es mantener una vida regalada… que venga dios y lo vea.

Omiten, al hablar de los damnificados por la crisis, que también hubo beneficiados. Que durante esos negros años se multiplicó el número de millonarios en España. Ah, pero de esos no se habla al hacer comparaciones. Como si no existieran.

Esa omisión, como la patochada de la presidenta de la Comisión del Pacto de Toledo pidiendo a la gente que ahorre dos eurillos mensuales, o las invocaciones del presidente Rajoy al ahorro para que la gente se pague a sí misma las pensiones e incluso los estudios de los chicos, sobrepasan la categoría de mentira para ingresar en la de insultos a la inteligencia de los pensionistas. Y a la del público en general. Pero la peor de las mentiras es que el sistema de pensiones resulte a la larga insostenible. Con ello se lanza un mensaje bien poco subliminal: no se quejen porque sus pensiones se devalúan, que peor lo van a tener los que vengan detrás. El argumento es aparentemente inobjetable. Si, en nuestro sistema, las pensiones de los que abandonaron el mercado de trabajo por razones de edad se pagan con las cotizaciones a la Seguridad Social de los que trabajan ahora, no hace falta ser Pitágoras para comprender que los ingresos de esas cotizaciones se han reducido (en parte por el elevado paro, sí, pero también y sobre todo porque el empleo que se crea es hiperprecario y mal retribuido, con lo que las cotizaciones son más bajas). Y tampoco hay que ser Einstein para ver que el aumento de la esperanza de vida alarga el tiempo de percepción de las pensiones y que los que se incorporan a la jubilación lo hacen con pensiones más elevadas porque han cotizado más. Conclusión: esto no se sostiene.

Pero la argumentación es tramposa. Viene a insinuar que los ahora jubilados no tienen derecho a considerar segura su pensión por el hecho de haber cotizado larga y rigurosamente, puesto que su pago no depende de aquellas cotizaciones sino de las actuales. Falso. Se saque de donde se saque el dinero para las pensiones, se trata de un derecho individual que cada trabajador ha devengado a lo largo de su vida laboral. Un contrato con el Estado por el que él se comprometía a cotizar. A cambio, el Estado se comprometía a abonarle la pensión estipulada según su cotización… y a revalorizarla de acuerdo con el aumento de los precios. De modo que no hay excusa que valga. El Estado tiene un compromiso con cada pensionista y es asunto del Gobierno (y del Parlamento) determinar cómo se cumple. Si se puede con las actuales cotizaciones, bien. Y, si no, buscando y encontrando otras fórmulas de financiación. No hacerlo significa un fraude a cada uno de los pensionistas. Y eso es lo que le están diciendo al Gobierno los jubilados: no vamos a permitir esa estafa.

*Diputado constituyente del PSOE