Los niños entraban y salían del bar persiguiéndose, se detenían junto al padre un momento. Se sentaban en la mesa un momento pero no tardaban en aburrirse: de nuevo la misma musiquita, una y otra vez. La moneda que cae, la melodía estridente mientras las frutas giraban, cada una a su aire y el padre que las perseguía, incansable. Qué difícil era que se alinearan las tres, todas juntas, por fin, después de horas de ir introduciendo «solo una» para empezar, luego terminar el cambio que llevaba en el bolsillo, y ahora enviar a uno de los niños a cambiar el billete a la barra y tirarse así horas y horas, hasta gastarse el dinero previsto para lo que había que comprar ese día. De pie, ni le pasaba por la cabeza que ya se había dejado los próximos gastos extraordinarios, los libros de los niños, el grifo por arreglar. A menudo, casi siempre, la máquina hacía honor a su nombre y le tragaba todas las perras, pero de vez en cuando saltaba el tintineo electrizante de la buena suerte y entonces las monedas llovían como oro. Y al padre se le encendían los ojos por un instante breve porque enseguida volvía a pensar en perseguir el próximo golpe de fortuna. ¿En cuántos bares no se habrá repetido una y otra vez esta escena? La ludopatía no genera campañas públicas de prevención ni grandes alarmas sociales, de hecho se permite su publicidad como no ocurre con el tabaco, pero es una lacra tan perjudicial como el alcoholismo y la drogadicción. Y también tiene efectos colaterales. Ahora se ve que son cada vez más jóvenes quienes se inician en el juego y terminan adictos. ¿Y nos extraña? Desde pequeños los dejamos a solas con infinidad de maquinitas, juguetes aparentemente inofensivos que los van entrenando para un futuro en el que, móvil en mano, podrán jugarse el dinero que no tienen. La tragaperras era visible, el pudor y los consejos al jugador aún podían hacerle disimular un poco la adicción pero ahora ya no necesitamos el escrutinio público. Incluso el carismático Carlos Sobera aparece en nuestros televisores cada noche y nos dice «juega, juega, juega». H *Escritora