¡Qué empacho de monarquía! Las televisiones como locas. Todas las ca denas en plan Sisi Emperatriz mañana, tarde y noche. Un hartazgo visual que por lo visto calma a las masas, esas mayorías silenciosas que ya no son tan silenciosas ni tan mayorías. Desde la abdicación hasta la coronación pasando por el aforamiento express, España parecía un sucedáneo de la serie televisiva Juego de Tronos. Eso sí, en plan rosa, nada sangriento. Las monarquías que van quedando en Europa se clavan las espadas en los salones y en los dormitorios (metafóricamente hablando) y salen a los balcones con la sonrisa puesta y el miedo disimulado en la rigidez de sus posiciones. La edad media era otra cosa. Ahí sí que las monarquías tenían papelón, minutado y un buen guión que daba para saga literaria y serie de televisión de éxito asegurado. Como la novela de fantasía del estadounidense George R. R. Martin escrita en 1996 y posteriormente llevada a la televisión en capítulos, que no sigo porque nunca me acuerdo cuando la echan. Cada época tiene sus fantasías y sus formas de expresarse mediante espectáculos grandilocuentes que definitivamente paga el pueblo soberano. Ha sido siempre así. Desde el circo de los romanos hasta la empanada borbónica que los españoles de toda condición e ideario nos hemos tragado durante estos días. Y la que nos espera, porque los nuevos reyes (ahora tenemos cuatro) tienen la agenda apretada, para que no se diga que en España no hay trabajo. El juego de tronos está pues asegurado en el país donde cada vez hay más ricos y más pobres. En esa brecha infame, medieval y bochornosa sí somos campeones, ¡¡Oé, oé, oé!! Nos esperan pues más tertulias, telediarios y jornadas televisivas de lucimiento extremo para rellenar contenidos. Ellos son jóvenes, altos y guapos, ¿qué más necesita un país para olvidarse de la realidad? Es lo que nos venden, lo que nos ofrecen con una banderita para abanicar el aire viciado de una ciudad blindada.

Puro maquillaje para ocultar verdades. Suele funcionar por un tiempo. Corto. Solo hay que fijarse en el PSOE de Rubalcaba, González y Cía. Han elegido a su delfín para la sucesión (esta mucho más democrática, justo es reconocerlo) sacando al ruedo a un buen mozo con maneras de seductor y altura física. Pedro Sánchez, un guapo desconocido hasta hoy que guarda las esencias del fracaso socialista con un discurso moderado. Cómo será el postulante que el PP se deshacía en elogios hasta que habló del Concordato. Saben lo que hacen. Al fin y al cabo es otro tipo de juego de tronos. La sucesión bipartidista: ahora te toca a ti, ahora me toca a mí. ¡Hay que repartirse el poder, los privilegios y los chanchullos mientras se pueda, amigo! El resto del país a pagar impuestos, entretenidos con los mundiales, la monarquía y el juego de tronos, hasta que el barco se hunda. Por cierto, los padres de Letizia no salieron enfocados. ¿Estaban? O no tienen papel en esta serie. Periodista y escritora