En los últimos años de la crisis financiera, la fiscalizad se ha utilizado de forma irresponsable como arma arrojadiza entre partidos políticos, instrumento de campaña electoral o método de urgencia para aumentar los ingresos y cumplir con el déficit exigido por Bruselas ante la mayor crisis de ingresos públicos de la historia reciente.

Los impuestos son el mejor instrumento de justicia social, sirven para repartir la riqueza, redistribuir los recursos, garantizar la sostenibilidad de las finanzas públicas y también para dar incentivos y sacarlos a determinadas actividades o consumos. La fiscalidad no es neutra, oculta una ideología aunque a veces sea poco comprensible a ojos del ciudadano común. La fiscalidad es como una red interconectada en la que el cambio de una parte altera la composición del todo. Por ese motivo, es muy importante que los gobernantes analicen la fiscalidad como un todo a la hora de realizar modificaciones y que no opten por parches localizados en función de la coyuntura política o electoral. La reforma fiscal es así como la reforma educativa: todos los que llegan nuevos a un Gobierno prometen que cambiarán la anterior.

EL NUEVO Ejecutivo ha anunciado que prepara impuestos a las empresas tecnológicas, a la banca y que pretende fijar un impuesto de sociedades mínimo del 15% para evitar que la recaudación de esta tasa no acabe siendo la más baja de Europa gracias a la madeja de deducciones.

La reforma tributaria puede tener sentido desde un punto de vista de redistribución de rentas, equilibrio de recaudaciones entre impuestos, ya que el Estado ingresa poco por Sociedades, o puede ser un auténtico galimatías que dé lugar a muchos recursos. Habrá que esperar a ver el borrador del Gobierno, aunque a priori parece interesante buscar nuevas fórmulas de obtener ingresos al margen de las rentas del trabajo teniendo en cuenta que justo ahora se ha firmado el primer acuerdo salarial al alza y sin todavía efectos tangibles.

Los ingresos impositivos han jugado, de hecho, un papel muy importante tanto en el deterioro de la situación presupuestaria en España durante la crisis, como en el proceso de consolidación fiscal, como explican en un informe del Banco de España del 2014, Estructura impositiva y capacidad recaudatoria de España: un análisis comparado en la UE, de Pablo Hernández de Cos (ahora Gobernador del Banco de España) y David López Rodríguez. Los economistas aseguran que la caída de los ingresos públicos explicó casi el 50% del incremento del déficit público entre el 2007 y el 2009. Y, con posterioridad, la reducción del déficit público en el período 2009-2013, de 4,5 puntos de PIB, se debió en el 60% al incremento de los ingresos, que aumentaron 2,5 puntos de PIB en el mismo período.

Por ese motivo es tan importante que la reforma de la fiscalidad se haga desde una perspectiva global y con estudios de impacto en la mano. De esta manera, cuando lleguen las crisis, que vendrán, no se tendrá que improvisar a golpe de subidas de impuestos como ocurrió muy recientemente.

*Periodista