Leyendo estos días No estamos locos del Gran Wyoming, un magnífico regalo navideño, recordaba la respuesta que me dio una colega en Buenos Aires, cuando, impresionado por las enormes vallas antidisturbios que rodeaban un majestuoso edificio, le pregunté por la razón de semejante despliegue. Las había visto en la histórica plaza de Mayo, donde está la Casa Rosada y entendí que, siendo la sede del Ejecutivo, la Policía quería aislar el edificio cada vez que se convocaba una manifestación. Pero ¿quién o qué se albergaba en aquel otro lugar que merecía la misma protección policial? "Es la sede del Tribunal Supremo, me contestó mi anfitriona, y como son corruptos, la gente, cuando pasa por aquí en manifestación, se lo recuerda". Me quedé estupefacto. Si la corrupción política campa a sus anchas, si la policía no cumple ni hace cumplir la ley porque no quiere o no le dejan y si el sistema judicial no garantiza los derechos y libertades de los ciudadanos ningún país puede funcionar. Entendí algunos problemas de mis amigos argentinos. No sé si los mismos virus no se han extendido a este lado del océano. La Fundación Alternativas lo viene señalando en sus informes. Necesitamos una Justicia independiente, sin intromisiones políticas, una fiscalía que persiga el delito sea quien sea el presunto, unos procedimientos con garantías pero rápidos a la vez, de manera que la impunidad no sea el privilegio de los poderosos. Los próximos meses van a ser claves para saber en qué país vivimos.

Profesor de universidad