Según el argumentario que elaboran a medias los cerebros de Moncloa, los listos de Ferraz y los periodistas oficiosos (que cada vez son más, ¡ay, colegas!), cualquier tropelía a cargo de dirigentes del PP se justifica extendiendo por doquier la sospecha, buscando casos similares donde estén involucradas figuras de otros partidos, desacreditando a las instituciones y dejando a la opinión pública ante la desoladora conclusión de que no hay nada que hacer... salvo admitir la impunidad de la buena gente de orden, que siempre será menos dañina o más conforme con la tradicional ley del embudo.

El caso Cifuentes ejemplifica esa desgraciada táctica. En tanto la presidenta madrileña aguanta como puede, sus corifeos buscan currículos ajenos que muestren síntomas de inflamación (¡y anda que no hay!) mientras cubren de mierda a la propia Universidad Rey Juan Carlos (que paradójicamente venía siendo su campus favorito) y a toda la enseñanza superior en general. Bueno... En realidad el lío de doña Cristina no tiene que ver con fantasía curricular alguna. Porque ella sí tuvo ese máster. El problema radica en que lo consiguió de manera obviamente fraudulenta, tras un proceso de manipulaciones administrativas y falsificaciones de naturaleza delictiva. Por eso su renuncia al mismo no es sino un salto mortal desde la cara dura a lo ridículo. Ahora bien, la inmensa mayoría de los alumnos de grado, máster o doctorado se ganaron y se ganan sus laureles académicos con dedicación y mucho esfuerzo. No confundamos a las élites con la sufrida gente de a pie..

Que Cristina Cifuentes siga en el cargo es un símbolo de cómo se ha pervertido la política en España. Justificarla trayendo a colación los ERE andaluces, la supuesta financiación irregular del socialismo valenciano y el Bloc u otros escándalos mayores y menores, ciertos o inventados, solo puede consolar a los idiotas. El PP ha convertido Madrid en una cloaca. Y si el PSOE , a su vez, ha trenzado en Andalucía una espesa red de apaños y cohechos, será otra maldita desgracia; no una coartada.