¿Cuánta frustración, cuanta desesperanza, cuanto cabreo legítimo arrastran hoy los sectores jóvenes? Estamos en el país más desigual de la UE. Los que más tienen siguen acumulando y los que menos tienen están agotando su paciencia. Se les prometió una vida feliz, un puesto de trabajo acorde con su preparación, el acceso a unos servicios públicos de calidad y la seguridad frente a los riesgos de la vida. Esas eran sus expectativas y lo que encuentran es paro, precariedad y explotación galopante. Ya ni la emigración es solución porque en ningún lado atan los perros con longaniza. Ni una buen curriculum académico ni el conocimiento de idiomas te garantiza casi nada. Empiezo a saber de casos de jóvenes que vuelven tras experiencias frustradas en otros países, con las ilusiones rotas y sin planes de futuro. Robert Merton, a esto lo llamaba anomia. Y no son sólo los jóvenes/adultos sino también sus padres, los que comparten muchos sentimientos, viendo cómo sus hijos y ellos mismos, forman parte de un colectivo cada vez más amplio instalado en la vulnerabilidad de la que hablaba otro científico social, Robert Castel. Nos han impuesto una sociedad desigual en la que sólo unos pocos sonríen ante el futuro. Este era el propósito y la utilización política de la crisis. Hay que diseñar y reclamar nuevas políticas para construir una convivencia más justa e igualitaria. Los que nos predican el final de la crisis mienten como lo que son: mentirosos interesados. Profesor de universidad