Te gusta conducir?", interrogaba hasta hace poco un spot publicitario y al instante me venía la respuesta a la cabeza: no. Muchos tenemos coche por pura obligación, más aún los que pertenecemos al Aragón rural, con su escasa oferta de transportes públicos. Si creyéramos la publicidad al pie de la letra, los amantes de los carros deportivos serían un especie de budistas zen, amantes de vivir el momento y los pequeños detalles, de disfrutar con lentitud la vida. La realidad es otra, lo más común es que te adelanten a 180 por hora, ajenos al peligro a que se/nos exponen, más parecidos a kamikazes japoneses que a monjes tibetanos. Son más realistas los anuncios que asocian la conducción con el deseo sexual. Da la sensación de que para muchos la virilidad ya no se mide en centímetros, sino en caballos de potencia. Estos machos ibéricos contribuyen directamente a que tengamos las peores estadísticas de accidentes de Europa. Me quedo estupefacto al conocer que por atropellar mortalmente a un peatón en un paso de cebra, sin tener ni carné de conducir ni seguro y darte luego a la fuga, te pueden caer 6 años de cárcel. Desde ahora conduciré un poco más acongojado. *Músico y gestor cultural