Cuando faltan pocos días para el quinto aniversario del inicio de los bombardeos de la OTAN, y días después de que por primera vez serbios y albanokosovares iniciaran unas tímidas negociaciones, la violencia interétnica ha vuelto a Kosovo. Cinco años después de la guerra, el futuro de la zona sigue sin resolverse. Oficialmente, forma parte de Serbia y Montenegro, aunque Belgrado no tenga ningún poder sobre el territorio de mayoría albanesa. En la práctica, está bajo control de la ONU, protegido por una fuerza de la OTAN.

Las conversaciones iniciadas a principios de mes entre albanokosovares y serbios se destinaban a cuestiones como energía, transporte o el retorno de desplazados. En ningún caso iba a negociarse ahora el futuro de la provincia, pero los sectores más radicales las han visto como una amenaza. Una reciente propuesta del primer ministro serbio, Vojislav Kostunica, de dividir el territorio en cantones étnicos y la respuesta del presidente kosovar, Ibrahim Rugova, de que la única solución es la independencia, marcan las dos posturas. Corresponde a la ONU buscar una solución y sería conveniente que la encontrara pronto, antes de que nuevos estallidos de violencia erosionen su autoridad.