Debemos reconocer que Cataluña siempre ha sabido estar presente en los presupuestos. No solo en cuanto a las partidas dedicadas a su población y territorio, sino en ser la clave para que se aprueben o se manden a la porra los del resto de la península. Una habilidad para posar como agraviada perpetua, que no solo ha mostrado en las cuatro últimas décadas, sino antes de inventarse la democracia, en las dictaduras y hasta cuando era un condado. Dicho sea con toda mi admiración y envidia.

No es necesario rasgarse las vestiduras ni manifestarse por la unidad con tanta bandera de tres a un euro. Los gobiernos de este país, de izquierda a derecha, están acostumbrados a ser alfombra cuando la Generalitat así se lo ha exigido. La situación hoy es especial. Consellers y diputats están siendo procesados en Madrid y CIU, o como se llame ahora, no iban a marcarse un chotis. Yo no soy muy de sentar en el banquillo a los políticos, a no ser que se trate de asuntos financieros. Pero es a lo que hemos llegado tras años de inmovilismo.

Me duele ver a Junqueras, por poner un ejemplo, enfrentarse a cárcel y a este «proceso». De verdad lo digo, que no lo merecía tanto. Con lo satisfecho que me hubiera quedado viendo en este papel a Pujol, que ha estado nominado en varias ediciones y con méritos más contundentes.

La mayoría de quienes se alzan, supuestamente, por la unidad, aunque en realidad estén promoviendo la fractura, no quieren recordar lo mucho que nos costó a todos los españoles que se aprobaran presupuestos entre 1978 y 2018. Solo el caso de Banca Catalana, y es poner un ejemplo tonto, nos salió a miles de pelas por calva, gracias a una amnesia por decretazo.

Siempre mantuve la ilusión de que se sentaran ante el juez, Pujol (hijo del director del banco y, a la sazón, presidente de la Generalitat), o los Pujols (nietos del director de la entidad e hijos del presidente).

Archivar este caso fue un error de Felipe González, y Jordi Pujol se lo pagó abandonándolo a su suerte y sin presupuestos para irse a su espacio natural: la derecha.

Me gustaría reproducir los himnos que le dedicaron en Génova a aquel nuevo socio de gobierno, pero quizá no sea el sitio. Otro día, de verdad. Que me cierran la redacción y estamos en otra actualidad: elecciones municipales, autonómicas, generales y europeas.

Un sinvivir que no permite recordar, pero tengo memoria y hemeroteca.

*Ecritor y profesor de la Universidad de Zaragoza