Los partidos aragoneses saben que en la campaña electoral que acaba de comenzar no sólo está en juego la formación de un nuevo gobierno en Madrid. En clave interna, todas las formaciones políticas entienden que estos comicios, además de un test a la política gubernamental del Partido Popular y a la política de oposición del PSOE, son un auténtico plebiscito al proyecto más controvertido entre los emprendidos por el Ejecutivo de José María Aznar durante la legislatura: el trasvase del Ebro.

Tanto se ha tensado la cuerda del debate hidráulico, y no sin motivo, que llegamos al 14-M con la proyección de una nítida imagen hacia el electorado, o al menos hacia una parte importante, que se resume en una idea fuerza como la esgrimida en la campaña publicitaria de la Plataforma del Ebro suspendida por la Junta Electoral: PP=trasvase . Un lema que, no obstante, encierra riesgos para sus promotores y para el amplio elenco de formaciones aragonesas que comparten esa idea de fondo, porque el concepto PP = trasvase quedará modulado necesariamente con los resultados electorales.

Siguiendo un discurso lógico, si al final Luisa Fernanda Rudi y el resto de candidatos populares se imponen en la comunidad, posibilidad que apuntan las encuestas junto con el avance del PSOE, el PP aragonés quedará en una situación franca para mantener invariable su política hidráulica y para afirmarse en ese absurdo proyecto hidráulico. Frente a esta realidad, el amplio bloque político y social antitrasvase tendría que buscar una salida a su discurso de oposición cerrada. Y no porque deban cambiar de postura, pues no estaría justificado, sino por puro posibilismo. Justo lo contrario de lo que debería ocurrir si se produce un castigo severo en las urnas al PP, cuestión poco probable si nos atenemos a sondeos como los que hoy publica nuestro periódico. Claro que lo ajustado de los sondeos no permite vislumbrar aún nada claro, pues la victoria o la derrota electoral dependen de unos miles de votos.

Así las cosas, es evidente que las elecciones del 14-M marcarán, como ya ocurrió el año pasado con las municipales y autonómicas, un antes y un después en la política aragonesa. En buena medida, el origen de esta situación lo encontramos en la división de fondo de los partidos y los colectivos aragoneses en materia hidráulica. Aunque PSOE, PAR, CHA, IU, además de sindicatos, empresarios y colectivos sociales y profesionales, se muestran unidos por la causa antitrasvase sigue sin existir un acuerdo real y unitario para resolver nuestras deficiencias en materia de agua. Que el reduccionismo ejemplificado en el lema PP=trasvase ha calado en la conciencia colectiva es un hecho, pero para que se produzca un cambio de postura en el voto individual es necesario que quienes lo propugnan ofrezcan otra equivalencia similar, una alternativa real y posible. Y esto no ha ocurrido.

Sólo hay que comprobar cómo ese bloque antitrasvase ha caído en la trampa del PP con el pantano de Yesa, clave en el Pacto del Agua aragonés y precisamente uno de los más controvertidos. A dos meses de las elecciones, la maquinaria popular inició las expropiaciones para el recrecimiento en Artieda, el pueblo más beligerante con la obra. El conflicto estaba servido. Pero no sólo entre la Administración hidráulica y los vecinos del municipio, sino entre todas las fuerzas políticas aragonesas. Durante el mes previo a la campaña, los partidos aragoneses tuvieron que fijar postura acerca de una pieza básica de regulación, donde existe confrontación, y afloraron las contradicciones. Unas contradicciones que pueden ser enriquecedoras pero bajo las que se oculta muy a menudo el verdadero meollo de la cuestión. De ahí que durante unas semanas clave de la precampaña dejara de hablarse del trasvase del Ebro y, en cambio, se visualizaran las diferencias en el momento en el que había que estar más unidos. Esto fue así hasta que José María Aznar llegó a Calatayud en la que puede ser su última visita a Aragón como presidente para afirmar que estaba orgulloso del Plan Hidrológico Nacional, utilizando su habitual tono de displicencia cuando habla de tan controvertido proyecto.

Qué duda cabe que el tirón nacional de los candidatos con opciones reales para presidir el Gobierno, Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero, es clave para emitir el voto. Al igual que las propuestas sociales, de infraestructuras o en materia de inmigración, por citar algunos ejemplos, que defienden unos y otros. Tampoco pueden desdeñarse asuntos que los populares van a rentabilizar electoralmente, como los buenos resultados en la lucha antiterrorista, la popularidad de algunas medidas económicas o la demonización de ERC como socio del PSC en la Generalitat.

Asuntos que, al final, pueden influir tanto o más que el trasvase en el votante aragonés, a quien ya se pidió en el 2003 que sustanciara su voto pensando en el PHN. Y quizás ese plebiscito al trasvase que se plantea ahora en las urnas ya se produjo en las autonómicas y municipales que revalidaron la mayoría PSOE-PAR en el Gobierno aragonés y que concedieron el Gobierno a PSOE y CHA en el Ayuntamiento de Zaragoza.

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