Que estamos inmersos en uno de los momentos más complejos y difíciles de la Historia reciente de la Humanidad, es claro. Todo ello producto del triunfo apabullante de las políticas neoliberales. Un conjunto de valores y principios políticos, sociales, económicos y culturales, que considerábamos intocables, en torno a los cuales organizábamos nuestra convivencia y que nos proporcionaban ciertas dosis de seguridad a nuestra existencia, están siendo cuestionados. Parece como si se nos hubiera abierto un abismo bajo nuestros pies, por lo que todo es desazón, incertidumbre y miedo. Estamos en una auténtica encrucijada. Ante este mundo cada vez más injusto y desigual, no se presentan alternativas creíbles, y las que lo son, gozan de escasa relevancia, al no permitir su difusión la mayoría de los medios de comunicación.

El Estado del Bienestar, una de las mayores conquistas sociales en las sociedades occidentales, se está rompiendo a trozos, con la coartada de la consolidación fiscal.

La economía de mercado liberada de control político y regida exclusivamente por la búsqueda del beneficio material, está generando cada vez más desigualdades. A partir de los años 70 del siglo pasado se inició lo que Paul Krugman ha llamado "la gran divergencia", el proceso por el cual se produjo un enriquecimiento considerable del 1% de los más ricos y el empobrecimiento de todos los demás. La confianza en un irreversible progreso para humanidad se ha desvanecido.

Las cuestiones expuestas tienen la suficiente enjundia. No obstante, quiero detenerme en otra no menos importante, como es el descrédito actual de la democracia y su consiguiente peligro de extinción, causado por la subordinación de la política a los poderes económicos. Según Boaventura de Sousa Santos, que califica el sistema actual de auténtico fascismo financiero "El capitalismo, en su versión neoliberal, concibe a la democracia como un instrumento de acumulación; y si es preciso, la reduce a la irrelevancia y, si encuentra otro instrumento más eficiente, prescinde de ella (el caso de China). Observamos impasibles cómo a instancias de los poderes financieros se ejecutan cambios de los gobiernos, modificaciones sustanciales constitucionales, sin contar para nada con la opinión de la ciudadanía, depositaria de la soberanía nacional". Los programas, las elecciones, los mítines o los debates electorales son una farsa. De acuerdo con Josep Fontana, Robert Fisk en un artículo reciente Los banqueros son los dictadores de Occidente, nos ha dicho: Los partidos políticos, entregan el poder que han recibido de los votantes "a los bancos, los traficantes de derivados y las agencias de evaluación". Michael Hudson, profesor de la Universidad de Missouri, denuncia lo que llama "la transición de Europa de la socialdemocracia a la oligarquía financiera". Juicios no descabellados. Se está produciendo una simbiosis entre gobernantes y el sector financiero o empresarial a través de lo que en el mundo anglosajón se conoce como "puerta giratoria": directivos del sector financiero o empresarial ocupan puestos políticos clave y, en paralelo, algunos gobernantes que han afrontado la crisis se incorporan al mundo de las finanzas o de las empresas. En nuestro país los ejemplos son numerosos. El actual ministro de Economía, Luis de Guindos, tras ser el Secretario de Estado de Economía durante dos años en 2006 fue nombrado consejero para Lehman Brothers. Rodrigo Rato, actual presidente de Bankia fue ministro de Economía. Los expresidentes del gobierno, Felipe González y José María Aznar fichados por las multinacionales Gas Natural y por Endesa, respectivamente. Zaplana expresidente de la Generalitat valenciana y antiguo ministro, contratado para la dirección de Telefónica. Este fenómeno no es nuevo. En USA, Lewis Powell ya en agosto de 1971 en un Memorándum confidencial recomendaba "El mundo de los negocios debe aprender la lección que hace tiempo aprendieron los sindicatos y otros grupos de intereses. La lección de que el poder político es necesario; que este poder debe cultivarse asiduamente y que, cuando convenga, hay que usarlo agresivamente y con determinación". Las organizaciones empresariales no solo deben participar en las campañas electorales a través de Comités de Acción Política, sino también de formas diversas pagando sus servicios a los políticos, entre ellas la de asegurarles una compensación cuando dejen la política. ¿Que ha conseguido el mundo empresarial con este asalto al poder? "Los márgenes de beneficio han llegado a niveles que no se habían visto desde hace décadas", y que "las reducciones de salarios y prestaciones explican la mayor parte de esta mejora"; "la disminución de sus contribuciones al sostén del Estado". Como ha dicho Stiglitz, "Los ricos están usando su dinero para asegurarse medidas fiscales que les permitan hacerse aun más ricos. En lugar de invertir en tecnología o en investigación, obtienen mayores rendimientos invirtiendo en Washington". Otro beneficio ha sido la desregulación de las leyes que controlan aspectos de la actividad empresarial, una de las causas claves de la crisis del 2008.

En España esta subordinación de la política a la economía, nos explica medidas como: las reformas de las pensiones, la laboral y la financiera; los rescates de los bancos, las durísimas políticas de ajustes fiscales que recaen sobre los trabajadores. Todo es lógico. Profesor de instituto