En las listas de las películas más valoradas por la crítica siguen a la cabeza Manchester frente al mar y La la land. Bueno... La primera es un dramón acongojante. La segunda, un cuentecito sobre la tierra de las oportunidades (o sea, EEUU) muy bonito, entusiasta y envuelto para regalo, pero tan lleno de falsedad que cualquier reacción optimista está amortizada de antemano. Uno ve aquello y entiende por qué la América profunda (o no tan profunda), los blancos (o no blancos) de clase media y en general los mindundis feos, obesos, incultos y desafortunados han preferido la versión más monstruosa del neoliberalismo a seguir tragando moralina positiva y esperanzadora.

Se ha configurado un nuevo mundo global donde sólo los muy triunfadores, los muy brillantes, los muy astutos o los muy criminales llegarán a la cima. Y aquí o estás arriba o estás abajo, porque cada vez queda menos espacio intermedio. En 2008 no sufrimos una crisis convencional de naturaleza cíclica. La ruina financiera que desde los USA se extendió por todo el mundo fue más bien el inicio de esta nueva edad histórica en la que ya no caben los conceptos e ideas de la modernidad contemporánea. El final feliz que Hollywood nos recetó durante decenios y que alcanzó cimas heroicas o megacursis pudo servir para engañar al personal mientras este tuvo alguna confianza en el futuro. Pero ahora... Ahora La la land casi resulta insultante. Sus protagonistas son demasiado guapos, estupendos y geniales; viven en en un mundo demasiado elegante y sofisticado (incluso cuando se ganan la vida como pueden). Y eso no se lo creen ni los más infelices.

Claro, Trumpo plantea otro tipo de mentira. Su brutal demagogia, muy hitlertiana en verdad, reparte esas versiones inauditas de las cosas y la vida que llamamos posverdades. Pero al desmontar sin compasión las fantasías desfasadísimas del establishment tradicional (sea conservador o socialdemócrata) engancha con el desasosiego de millones de personas que apenas esperan gran cosa del presente... y menos todavía de lo que está por venir.