Pongan la preposición que prefieran. En todo caso, nadie ha de llamarse a engaño: las tensiones en el seno del PSOE siguen vigentes, atenuadas quizás por el magistral golpe táctico de Pedro Sánchez, pero sostenidas por el hecho de que dentro del veterano partido también se confrontan la vieja y la nueva política. Lambán se vio sorprendido por la moción y luego por la victoria de su jefe y después por la composiciónn del nuevo Gobierno. Así que ordenó preparar una tabla reivindicativa con todos los temas aragoneses que quepa trasladar y exigir al nuevo Gobierno de España. Si el País Vasco va a lo suyo, la Tierra Noble también. A ver por dónde salen ahora el guapo Pedrito y sus ministras.

Comparto con mi presidente regional ciertos reparos ante el figurín de Moncloa. Cada vez que veo en las fotos cómo le quedan al susodicho los trajes prêt-à-porter me pongo verde de envidia. No obstante tengo la sensación de que Sánchez es mucho más que un terno impecable. Ha exhibido un sentido de la oportunidad (que es como se denomina el oportunismo cuando tiene éxito) y una estudiada habilidad para la maniobra política muy por encima de lo que venía siendo habitual. Y en definitiva cabe deducir que el secretario general del PSOE se ha reencarnado en una especie de Macron socialdemócrata, en un Iglesias transversal y realista, en un Rivera mucho más agudo y sufrido. De todos los neopolíticos que conocemos, solo él ha ganado unas primarias contra los aparatos de su partido (como bien sabe el propio Lambán). Perdió elecciones, fue derribado, se levantó, organizó su retorno apoyado por un equipo de jóvenes promesas y unas pocas viejas glorias (las demás estaban en el oficialismo eterno), venció dentro, ha tenido éxito fuera... Ahora está diseñando un programa estratégico que incluye transiciones económicas e innovaciones socioculturales que rompen la rutina y apuntan en otra dirección.

No creo que sea el momento de escribirle para pedirle más pantanos o el mantenimiento de la térmica de Andorra. Yo no lo haría.