El debate de la comunidad dejó la sensación de que, en adelante, como viene siendo tradicional, el poder se repartirá alternativamente entre el PSOE y el PP. Así ha ocurrido siempre, desde los albores de la Transición, con la salvedad del paréntesis de los gobiernos del PAR, finales de los 80, principios de los 90. Lejos ambos hoy, conservadores y socialistas, de mayorías absolutas, deben formalizar alianzas para gobernar, y pactar asimismo en la oposición, si pretenden que su labor tenga resultados, visibilidad.

Sobre esa inamovible base estratégica, el enfrentamiento entre Javier Lambán y Luis María Beamonte tuvo ayer, además del interés de su intercambio de proyectos, ideas y críticas, la morbosa pasión de una contienda por un poder autonómico en el que Lambán, con mil dificultades, se va asentando, y al que Beamonte, lógicamente, pretende aspirar en 2019.

Los dos políticos se conocen perfectamente desde hace años. La Diputación Provincial de Zaragoza y los ayuntamientos de Ejea (Lambán) y Tarazona (Beamonte) les han servido como escuelas de política provincial y municipal. Ambos presiden sus respectivos partidos, ambos son constitucionalistas, laboriosos y honestos, pero sus afinidades como enemigos íntimos terminan ahí, pues en lo sustancial se muestran radicalmente distintos.

Lo vimos en la tribuna, donde la oratoria del socialista Lambán, muy peculiar, minuciosa y ordenada, golpea como un émbolo al rival, machacando sus puntos débiles y remachando los clavos de su gestión. Es como un boxeador que, si no cae a la lona a los primeros asaltos, resulta difícil de batir a los puntos.

El popular Beamonte, de hecho, no lo tumbó, haciendo nulo porque su esgrima parlamentaria es más florentina que calabresa, carece del gancho de derecha de un Suárez y no le gusta propinar rudillazos por debajo de la elástica cintura de un Lambán que, tranquilo con el arbitraje de Podemos y un banquillo de consejeros que le restañan los golpes se limitó a intercambiar amagos y sombras con el resto de aspirantes al trono autonómico.

Hasta mayo del 19, fecha de la pelea por la corona del Pignatelli, seguiremos viendo y analizando estos combates entre el elegante Beamonte y el eficiente Lambán, condenados a zurrarse políticamente, pero también, en aras del bien común, a entenderse.